VILLAYANDRE. T.M. DE CRÉMENES. León
N-621 PK 74,800
Aunque este puente se encuentra en las
inmediaciones de la vieja carretera real proyectada entre los años 1875 y 1889
conocida como de Sahagún a Las Arriondas/Ribadesella, uno de los proyectos
carreteriles más difíciles de la época
decimonónica y del que aquí podemos ver un buen ejemplo en el cercano Puente de Valberán, lo cierto es que esta obra no pertenece a aquel proyecto. Dado que su
utilidad quedaba reducida a las comunicaciones del propio camino real con el
pequeño pueblo de Villayandre, entenderemos que no se le prestó atención en
aquellos años y que muy probablemente ahí existiría algún paso o estructura de
madera que periódicamente y según las avenidas del Esla lo arruinaban o
perjudicaban, pues se iría recomponiendo como ocurría en miles de sitios de la
geografía nacional.
Quizás, por su aspecto modesto, no se le ha
prestado atención y no aparece información de él en ningún tratado histórico de
pontonería. Parece probable que se construyera en los primeros años del siglo
XX siguiendo los modelos oficiales para puentes de carreteras de segundo o
tercer orden y en todo caso, volviendo al caso del puente de Valberán, llama la
atención que -de nuevo- se recurra a bóvedas de cañón en vez de las escarzanas
o de arcos más o menos abiertos que empezaban a menudear en la ingeniería
pontonera de principios de siglo. Podríamos pensar que en realidad se trata de
un guiño o reconocimiento del proyectista moderno a la serie de los bellos
puentes cercanos en el río Esla/Yuso de tiempos alfonsinos como son el citado
de Valberán, el de Bachende o el del Infierno, obras también de hormigón en
masa pero cuidadosamente chapadas en excelente sillería y todos ellos con vanos
de geometría en medio punto.
Para este caso y acogiéndose a estos modelos
económicos, se levanta un puente en hormigón en masa e hidráulico con evolución
in situ como se aprecia por las marcas de las maderas de los encofrados
y ciertos chapados en mampostería ordinaria en tímpanos, sin otros aditamentos
decorativos. Cabe la posibilidad de que haya sufrido alguna reforma de
importancia, quizás en los años 60 del siglo XX sustituyendo el tablero -con
mínimo ensanchamiento- por otro a base de losas de hormigón armado, momento en
que se incorporarían las nuevas barandillas de acero, también de los modelos
oficiales.
Características actuales de la obra. Tiene una longitud de 57 metros y un ancho
regular de 5 metros. Mantiene la horizontalidad de tablero que une la cabecera
derecha a nivel de rasante del camino real con la contraria donde se recurre a
un aterramiento artificial para igualar la cota de ambas cabeceras. Dispone de
5 vanos con arcos de medio punto y luces semejantes de 8 metros. Pilas del tipo
tabique incorporando tajamares-espolones semicilíndricos con sombreretes
semicónicos, todo ellos en hormigón sin placajes. Las bóvedas también de
hormigón vista tienen un canto variable, más anchas en la zona de salmeres,
como era habitual en la construcción de puentes de aquella época. Como decía,
los placajes en piedra se producen en tímpanos y estribos, a base de
mampostería ordinaria tosca rejuntada con mortero o cal hidráulica aunque en
algunos paños de estribos se observa retoques que otorgan al aparejo mejor
trato quizás en la actuación moderna, especialmente en el izquierdo, donde el
primer vano sirve a un camino de tierra agrario.
Tablero estrecho con firme de aglomerado asfáltico
que permite una circulación alternativa teniendo preferencia de paso los
vehículos que entran por la cabecera izquierda o pueblo en dirección a la
nacional.
En todo caso, lo que me llamó la atención es un
cartel informativo sobre una vieja calzada romana a la que se accede al cruzar
este puente. Ya es conocido por los historiadores de la caminería leonesa -y la
de otras zonas- su crítica a cierta actitudes un tanto frívolas al adjudicar
viejos caminos a un posible origen romano por parte de los organismos
administrativos, ya sean ayuntamientos, diputaciones o la propia Junta de
Castilla y León con visos siempre turísticos cuya intención es la de crear
ambiente o atracción en las gentes viajeras, curiosos o guiris que al
reclamo de “lo romano” se acerquen a la zona, consuman o pernocten para que
estas pequeñas localidades puedan obtener algunos ingresos añadidos. En
realidad y desde mi punto de vista, la cualidad de un calzada romana, una
medieval o incluso barroca tienen el mismo marchamo de historicidad y
relevancia independientemente de que se llame calzada, vía, calzata o strata y
se deben de conservar todas pues nos muestran un modo de construir viario
ancestral, base de nuestro actual sistema constructivo carreteril. Ahora bien,
parece que como normal, solemos adjudicar a muchas de ellas como genuinamente
romanas y esto es discutible aunque no menoscabe la importancia de la misma y
sirva como ejemplo relativamente cercano la conocida “Calzada de Vegarada”
junto al río Curueño o algunas de las del itinerario llamado “Camino
Vadiniense”.
A este respecto, recupero un texto que si bien es
cierto no habla de puentes, se refiere a caminos y hasta cita la población de
Valdoré y Villayandre. Dentro del libro titulado “Caminos Históricos en León”,
amplia obra de varios autores coordinados por Gregoria Cavero Domínguez y
editado por la Fundación Hullera Vasco-Leonesa en el año 2014, destaco el
artículo de Julio M. Vidal Encinas que ocupa las páginas 207/236 donde el autor
nos informa de este camino ancestral con incorporación de fotos y planos. […]
Finalmente,
el “Camino Real” entre Las Salas y Valdoré (Crémenes), también un itinerario enlosado
en ciertos tramos, de escasa anchura, pues apenas llega a 3 metros en muchos de
ellos, que presenta roderas, prueba de su empleo por los carros, los cuales, en
cualquier caso, a duras penas podrían cruzarse en algunos pasos. Conserva, en
algunas zonas, clavos de hierro que sujetarían un entramado de troncos de
madera para facilitar el paso y delimitarlo e incluso, alguno de éstos, así como
muretes de contención de piedra en seco del lado más próximo al río, como ha
recogido M. L. González en un reciente trabajo de prospección arqueológica en
la zona. Una de sus travesías, si cabe más vistosa por el enclave natural que
domina el curso del Esla, es el llamado “Pajar del Diablo” al que ya Madoz
definió como “ …escabroso y sostenido por fuertes paredones, da paso para Castilla
y León…”, aludiendo con ello a la continuidad del camino hacia el valle
medio del Esla. Aquí el trazado tuvo que salvar un espigón rocoso situado en un
meandro del río, debiendo superar un suave desnivel de aproximadamente el 3 % y
abrirse paso en la roca. Por este camino circularía la Vereda número 23 de la “Relación
descriptiva de los principales caminos pastoriles de la provincia de León” obra
de R. Alonso (1886-1906), y fue la principal vía de comunicación del tráfico
arriero entre las campiñas leonesas y la montaña de Riaño hasta que se
construye, a finales del siglo XIX, la carretera de Sahagún a Las Arriondas.
Desde Riaño salvaba la Cordillera a través de Tarna, a 1.492 m. de altitud, uno
de los 23 pasos que refiere Tomas López en 1777, pasos que quedaron muy
postergados con la apertura de Pajares (1.378 metros de altitud) en 1830. Pero,
precisamente este último (T. López) y lo que no deja de ser curioso, es que no
lo dibuja en su Mapa sectorial de una parte de la provincia de León fechado en
1786, puesto que figura un recorrido por la margen derecha del Esla hasta
Villayandre, en donde habría un puente para salvar el río y cruzar a su margen
derecha y que luego seguiría la carretera actual, de finales del XIX,
aludida. Ello parece indicar que cuando Tomás López realiza dicho Mapa lo que
ahora conocemos como Camino Real no era el itinerario principal. Este camino no
presenta, en su inmediata proximidad, yacimientos de época romana bien
constatados aunque se han producido en la zona hallazgos epigráficos de tipo
“vadiniense”, en torno a una quincena de inscripciones en los términos de
Aleje, Verdiago y Crémenes, entre otros, de ahí el calificativo de “vadiniense”
que D. Martino le ha otorgado…/… Por lo demás, nos parece oportuno aludir a un
documento del siglo X que hace referencia a una localidad situada sobre la
margen derecha del Esla, Aleje, en el que se emplea el término carrera
antiqua, pues, derivado del latín carrus, suele aludir a caminos
carreteros que, además, podrían tener origen romano, en opinión de algunos
historiadores, si bien el término más usual es el de “calzada”, que parece
hacer referencia a una construcción vial romana bien atestiguada. E. Ferreira
Priegue, no obstante, no recoge tal término en la toponimia gallega como indicio
de vía romana, sino de camino medieval. En efecto, en la provincia de León la
vía romana que desde Sahagún llevaba a León y Astorga, la vía I del Itinerario
de Antonino, es referida en los diez documentos de los siglos X y XI alusivos
como strata o como calzata antiqua. Actualmente un tramo de este
camino, entre Las Salas y Valdoré, es anunciado como “Calzada Romana” dentro de
las rutas de senderismo puestas al público por las autoridades locales […].
Otro texto muy
interesante que profundiza en este viario presuntamente romano de los accesos a
las Asturias desde León es el elaborado por David González Álvarez, de la UCM
(Universidad Complutense de Madrid) presentado en el año 2010 bajo el título
“Vías romanas de montaña entre Asturias y León”, difundido por la Universidad
de Salamanca y Zephyrus en el año 2011 donde focaliza el asunto en la veintena
de rutas antiguas que pudieran pertenecer al Conventus Asturum como
territorio administrativo de época romana y donde destaca la del puerto de
Tarna y la del Sella (las más orientales) como posibles caminos relacionados
con el que correspondería a la zona de Villayandre y su hipotético puente
ancestral así como a Riaño aunque no se citen explícitamente en el artículo y
anotando cuidadosamente su dudosa adjudicación romana.
Poco más podemos
comentar de este puente, bastante sólido y útil para el pueblo de
Villayandre aunque convendría revisarlo en cuanto a limpieza y eliminación de
floresta ya que algún árbol medra de lleno en los estribos con el consiguiente
daño en sus arranques, incluyendo la propia mampostería.
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