PUENTE VIEJO SOBRE RÍO DUERO
ZAMORA
N-630 PK 278
Correr la vieja carretera nacional N-630 siempre te depara sorpresas y
aunque por su longitud pudiera parecer monótona en algunos tramos, sin duda es
una vía excepcional que atesora muchos monumentos de interés. Actualmente une
los puertos de Gijón, donde se encuentra su PK 0 con el fluvial de Sevilla en
un periplo que se extiende por 817 kilómetros lo que la clasifica como la
tercera calzada nacional por longitud. Durante gran parte de su recorrido
podría denominarse Vía de la Plata porque circula o se monta sobre lo que fue
una antigua calzada romana, más o menos
el tramo que va desde Emerita Augusta
(Mérida) hasta Asturica Augusta
(Astorga). Esta nacional atraviesa territorio de Asturias, León, Zamora,
Salamanca, Cáceres, Badajoz, Huelva y Sevilla. En la zona zamorana y salmantina
durante el último tercio del siglo XIX su trazado pertenecía a lo que entonces
se denominaba séptima radial o carretera de Villacastín-Vigo. Aunque ha sido
una calzada con grandes tráficos de vehículos en la actualidad se canalizan por
la autovía A-66 que circula paralela o muy cerca de la vieja nacional y que en
algunos puntos al ser de peaje se denomina AP-66.
Sin duda, una carretera tan larga pues atesora multitud de puentes
históricos de gran interés pero hoy me centro en los que tiene Zamora sobre el
río Duero pues por ahí me dejé caer hace poco y un lobo cazador de puentes pues
va a lo suyo. Obviamente, mi interés personal era visitar el conocido Puente Nuevo, los puentes de tablero metálico en celosía ya sea el carretero o el ferroviario, el interesante Puente de los Poetas que proyectó Javier Manterola Armisén et al. o incluso el llamado Puente de los Tres Árboles del equipo o estudio de José Antonio Torroja Cavanillas que
se encuentra en el PK 278 de esta ilustre carretera nacional. Hasta presté atención a los puente-barca sobre el Duero.
Claro que trasteé por esos puentes citados pero ahora toca escribir
sobre estas humildes reliquias de un puente que debió de ser histórico y
principal pero del que poco o nada he conseguido en cuanto a información fidedigna
y como me gustan las vetustas piedras, las ruinas, la imaginación que vuela
para intentar comprender su historia, su figura e impronta o su antigua
belleza, ahí que me pongo a escribir lo que buenamente me salga de este asunto.
Se le llama Puente Viejo pues fue el primero que debió de tener Zamora
sobre el río Duero aunque quizás, pudo existir otro anterior de origen romano.
También se le llama Puente de Olivares en atención a que su trayectoria abocaba
hacia una entrada a la ciudad fortificada llamada Puerta de Olivares. Independientemente
de que existiera una obra romana, parece ser que debió de desaparecer por
completo pues casi nadie apunta a que los restos actuales que podemos
contemplar pertenecieran a la pontonería clásica romana. A tenor de la
ubicación extramuros de la ciudad y con la localización en la otra margen del
río Duero del convento de San Francisco Extraponte, cenobio que debió de
construirse a finales del siglo XIII o principios del siglo XIV pues propondría
que ya existiría nuestro puente que al igual que muchos otros, solían ser
financiados por burgos o ciudades, ayuntamientos y el clero regular, este
último, potente, influyente y adinerado. Solía ser vital para el buen negocio
de estos frailes o monjas que explotaban grandes fincas agrícolas o incluso fabricaban
bienes muebles que requerían transporte y buenas comunicaciones. No tiene mucho
sentido poseer un emporio agrícola y carecer de una comunicación con la
metrópoli, en este caso Zamora, evitando en lo posible los habituales tránsitos
de barcas que cruzaban el cauce aunque también es verdad que muchas veces eran
explotadas o rendían ganancias a muchas organizaciones religiosas como
beneficiarios de esas barcajes. Apunto a que ese convento ya funcionaba a
principios del siglo XIII porque parece ser que allí está enterrado el insigne
Fray Egidio que falleció en el año 1318. Luego deberemos pensar o sospechar que
nuestro puente viejo ya estaba levantado con anterioridad, quizás en la Alta
Edad Media dentro del período románico que podríamos datar entre los siglos XI
o XII. Hay historiadores que apuntan su construcción en el siglo XII, otros
dicen que convivió con otro anterior que entiendo se trataría del puente de
origen romano. Algunos apuntan su colapso relacionado con un posible terremoto
ocurrido en el año 939. También se comenta que nuestra obra civil tuvo sus
reparos, como en el año 1200 con alguna actuación para consolidar la estructura
y más adelante, en el año 1264 también se le hicieron rehabilitaciones.
Otras de las cuestiones que se ignoran y ofrecen variadas
interpretaciones es la época o momento en que debió de colapsar. Habitualmente
se piensa que esto ocurre más o menos cuando se empieza a construir otro puente
y parece que la información sobre el llamado Puente Nuevo es concluyente pues
empezó a construir a comienzos del siglo XIII. Como realmente se ignora qué
ocurrió con el puente viejo ya que se apunta a que pudo ser destruido en alguna
razzia musulmana a las puertas de la
ciudad de Zamora o quizás, se debió al derrumbe por alguna violenta avenida del
río Duero pues seguiré con mis hipótesis al respecto. Entiendo que ni
musulmanes o zamoranos a la defensiva y en aquella época, pudieran haber
ocasionado los destrozos que -al menos ahora- presenta esta estructura. Bueno,
ni siquiera los ingleses, muy avezados en destruirnos una buena colección de
puentes durante el conflicto de la Guerra de Independencia, ocasionarían
derrumbes tan importantes y eso que ya utilizaban la pólvora a gran escala. En
general, la voladura o sabotaje de un puente afectaba a dos o tres bóvedas como
mucho -para arcos de medio punto se entiende- por lo que incluso al liberarse
las pilas de las presiones de estas bóvedas pues parece razonable que hasta
podrían perdurar hasta nuestros días, como demuestran algunos ejemplos de
puentes en otras latitudes. Parece imposible que ese desastre pontonero
obedezca a un intento de voladura pues la posición caída y retorcida de las
pilas visibles no parece indicarlo. Ni siquiera en nuestra Guerra Civil,
puentes de cierta entidad en piedra y sobre cauces importantes que fueron
volados, ocasionaron un resultado tan degradante y se entiende que se
utilizaban potentes explosivos para derribar bóvedas o pilas. En mi opinión
creo que el desastre obedece a la fuerza del cauce en alguna importante avenida
que probablemente afectó a la estructura, especialmente a las pilas que, por
socavación o deslizamiento sobre el firme rocoso -si es que allí existía roca
madre firme- produjo un movimiento lateral o de viraje de estas que llevó a
cabo el derrumbe de bóvedas y de las propias pilas. El arrasamiento general de
la sillería o incluso de mampuestos obedece, como siempre ocurre, a la rapiña o
aprovechamientos de piezas bien labradas o canteadas con destino a otros
puentes, muros de fincas, construcciones civiles o como apuntan algunos en este
caso, para la construcción de las aceñas o molinos colindantes. Algunos autores
creen que el colapso lo produjo una gran avenida en el río Duero que acaeció
con fecha 24.01.1310. El resultado final es el que podemos observar cuando
contemplamos lo poco que ha quedado de este curioso puente de origen medieval y
que se circunscribe a estos restos de pilas con los arranques de las bóvedas,
tajamares incrustados en ellas y una serie de arranques de pilas a lo ancho del
cauce donde estaba hincado el puente. Concretando el asunto parece que
subsisten restos de 6 pilas de variable altura, algo de cimentación de basas de
otras, los arranques de dos bóvedas de cañón asociados a sus pilas, un tajamar
bastante completo, el revestimiento en sillería de parte de la fábrica con
piezas de volumen regular y buena disposición así como parte de los rellenos de
mezclas de hormigón, cascajo y canto rodado bien aglutinado. Quizás, esto
último es lo que me ha llamado más la atención de la ruina del puente. Se sabe
con cierta seguridad que en aquellos tiempos se desconocía la técnica romana en
cuanto a sus hormigones, especialmente el opus
caementicium a base de escombro, piedra, guijarros, residuos de cerámica y
un mortero hidráulico compuesto de aglutinantes machacados o molidos a base de
roca volcánica (Pozzolana, de Pozzuoli, localidad cercana a Nápoles) , toba o
pumita y que removido con agua y mezclado con los sólidos fraguaba muy bien y
daba una enorme consistencia a los rellenos de puentes y otras construcciones.
La fragua de estos cementos puzolánicos es semejante -salvado las distancias-
con los modernos cementos tipo portland por su semejanza en la composición de
sílice o aluminio aunque ahora se les incorporan escorias y cenizas variadas. Por
el contrario, en estos tiempos altomedievales, los rellenos para puentes no
usaban cementos tan consistentes, sino que se abundaba en las arenas, canto
rodado y aglutinantes como cales grasas y yesos mezcladas con agua que
fraguaban lentamente. Su firmeza o duración obedecía al buen placaje de la
sillería aunque muchas veces, las filtraciones de agua en extradós o pilas,
ocasionaban los habituales derrumbes de paramentos debido al sobrepeso y
dilatación que adquirían estos rellenos poco consolidados. Parece más plausible
que la ruina subsista en el tiempo, pese a tener casi mil años, cuando los
restos materiales se encuentran en la vertical, caso frecuente en puentes
arruinados pero que conservan firmes algunas pilas y sus arranques de bóvedas
debido a que la acción por erosión bien por aire o lluvia apenas causa daños o
meteorización y cito como ejemplos de época relativamente próximos los puentes
arruinados de Paradores de Castrogonzalo (el medieval fuera de cauce), el de
Velilla del río Carrión, el de Cistierna, el de San Pedro de Royales , el de Villahibiera o el de San Roque en Castrillo de la Vega, bien es cierto que la mayoría de ellos quedaron fuera de cauce ordinario por salidas de madre o derivaciones (antes o después de su ruina). Llama la atención que en este caso, además de estos tipos de erosión, sufre la de la fuerza de las aguas
cuando estas van crecidas y sobrepasan la altura de estas ruinas lo que, a mi
modo de ver, hubiera producido la meteorización o desagregación de los
componentes que forman su relleno y sin embargo, no es así, sino que subsisten
masas bastantes compactas de hormigón que se mantienen aglutinadas y hasta
sirven para fijar con bastante éxito el placaje de sillería que aún podemos
observar.
Poco más se puede comentar de este viejo puente. A juzgar por la orientación
de sus pilas la estructura se construye perpendicular al cauce del río y siguiendo una hipótesis muy aventurada diría que debió
de tener una longitud aproximada a los 227 metros. Pudo tener aproximadamente 16 vanos con bóvedas de cañón y luces regulares de 8 metros así como 15 pilas
intermedias con una anchura de aproximada de 4 metros siendo el resto de longitud para estribos y muro de acompañamiento en rampa para acceder al tablero, probablemente horizontal a semejanza del que se llamaría puente nuevo. Las pilas se reforzaban con soberbios
tajamares en aguas arriba de sección en cuña que llegarían hasta la rasante
donde se creaban descansaderos o refugios para los viandantes ante el cruce de
carros o rebaños de ganado. Probablemente no disponía de espolones o quizás, se
formaban con estrechas pilastras de refuerzo hasta la altura de los arranques
de bóvedas. En aquella época, la anchura que se concedía al tablero era
angosta, no superior a los 3/3,50 metros, pero sirvió de comunicación a la
mítica Vía de la Plata durante varios siglos y sin duda, debió de ser un puente
bello y robusto.
Llama la atención que, junto a este puente, exista un transbordador acuático, lo que se conoce como puente-barca de soga y si bien es cierto que actualmente la sirga se compone de cables trenzados de acero en vez de cáñamo y su cometido es el transporte de turistas, parece muy probable que desde hace siglos, existiera en ese punto un auténtico puente-barca que unía las aceñas de Olivares con el viejo monasterio y que servía para el transporte de mercancías, bestias y viajeros entre ambas orillas cuando nuestro puente estaba ya inservible o incluso cuando el Puente Nuevo tampoco se encontraba en uso por alguna calamidad.
Llama la atención que, junto a este puente, exista un transbordador acuático, lo que se conoce como puente-barca de soga y si bien es cierto que actualmente la sirga se compone de cables trenzados de acero en vez de cáñamo y su cometido es el transporte de turistas, parece muy probable que desde hace siglos, existiera en ese punto un auténtico puente-barca que unía las aceñas de Olivares con el viejo monasterio y que servía para el transporte de mercancías, bestias y viajeros entre ambas orillas cuando nuestro puente estaba ya inservible o incluso cuando el Puente Nuevo tampoco se encontraba en uso por alguna calamidad.
Para saber más: Se puede consultar el libro titulado "Los caminos y la
construcción del territorio en Zamora. Catálogo de puentes", obra de Pilar
Chías Navarro y Tomás Abad Balboa en edición del Instituto de Estudios
Zamoranos Florián de Ocampo, los organismos CEDEX-CEHOPU del Ministerio de
Fomento así como con la colaboración financiera de FCC Construcción, S.A. y
Caja España de Inversiones, publicado en el año 2004. Ver páginas 82/92 donde
también se hacen referencias a variadas fuentes y archivos relacionados con
información relativa a este puente. Inocencio Cadiñanos Bardeci en su trabajo
titulado "Puentes de Zamora", editado en 1997 por el Instituto de
Estudios Zamoranos Florián de Ocampo hace pequeñas referencias a esta obra en
página 598, centrándose más bien en el Puente Nuevo. En la Wikipedia existe voz
propia para este puente con datos interesantes. Una web interesante que también aporta algo de información sobre este puente es canalpatrimonio que gestiona este canal con la Fundación de Santa María la Real de Aguilar de Campoo. En el periódico La Opinión, edición de fecha 11.08.2014 existe un buen artículo muy interesante de José María Sadia sobre esta obra titulado "El mito del falso puente romano".
Cómo llegar. La vía rápida que
nos acerca a Zamora en la A-66 con salidas hacia la ciudad en los PK 277, 281 y
285 según el sentido de la marcha que llevemos. También la carretera nacional
N-630 (Vía de la Plata) cruza la población. Si nuestra circulación es de E/W
peninsular podemos llegar a Zamora a través de la carretera nacional N-122
(Aragón-Portugal) que entre los PK 457/460 atraviesa la ciudad sin necesidad de
cruzar el río Duero. La reciente autovía A-11 (Autovía del Duero) dispone de la
Ronda Norte con salidas a la ciudad en el PK 455. Otras calzadas autonómicas
que llegan a Zamora son la CL-612 que viene de Villalpando, la CL-605 por el
sur que viene de Segovia o la CL-527 que por el W viene de Fermoselle, en
Portugal.
Sección del grabado sobre dibujo que hizo Antón van den Wyngaerde (1525-1571) conocido en España como Antonio de las Viñas donde reproduce una panorámica de la ciudad de Zamora, aproximadamente en 1570 y donde podemos observar con detalle la ruina de nuestro puente.
Plano de este sector del río con las aceñas, el azud y las ruinas del puente viejo como se detalla en el propio plano a la izquierda subrayado en rojo. Levantado probablemente en 1700 y que está depositado en la Real Chancillería de Valladolid. (Catálogo de puentes de Zamora)
El mítico fotógrafo Jean Laurent Minier (1816-1886) también se ocupó de esta ciudad y en una toma efectuada en el año 1860 plasmó esta panorámica donde con dificultad también se observan ruinas de nuestro puente en la zona central hacia la derecha del arbolado.
Fotografía probablemente tomada a principios del siglo XX donde también se observan las ruinas de puente.
Imagen de las ruinas del puente en una toma probablemente efectuada hacia el año 1978 y que se exhibe en el libro titulado "Historia del puente en España. Puentes Romanos" obra del ingeniero Carlos Fernández Casado editado por el CSIC en el año 1980, página 520 sin más comentarios.
Dibujo de las ruinas del puente y un par de tomas, probablemente datadas en el año 2003 que exhibe el libro "Catálogo de puentes de Zamora" arriba referenciado.
Tanda de fotos de fecha 04.07.2019
Panorámica cenital de Google View donde se observa la trayectoria del puente sobre el río Duero.
El hormigón del puente viejo es todo un misterio.
ResponderEliminarPues sí, Obelar, un misterio de hormigón (si es que se puede llamar así) pero también un misterio -o calidad- en el mortero que todavía fija muy decentemente la sillería que podemos observar y que, por gravedad, debería de haberse deslizado hace años de ese precioso tajamar o del resto de la bóveda.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Anteriormente al puente viejo no hubo ninguno romano pues ninguna vía romana pasaba por la actual Zamora.
ResponderEliminarLa vía romana que venía de la actual Salamanca, llegaba a la Villa del Alba en el término municipal de Villalazán.
Estimado anónimo/a. Revisado el texto de mi artículo, las referencias a un puente romano siempre aparecen en condicional o como conjeturas. Incluso diría que se explica bastante bien lo de que la factura e incluso impronta del viejo puente arruinado no casa con la tipología de puente romano.
ResponderEliminarAhora bien, lo que me comentas sobre “que no puede haber ningún puente romano sobre el Duero en Zamora porque ninguna vía romana pasaba por Zamora ciudad pues que quieres que te diga, permanece en incógnita a tenor de los historiadores que no llegan a algún acuerdo al respecto con la ubicación de Ocellum Duri, que hasta a lo peor, ni siquiera era una civitas sino un simple cruce caminos con una pequeña mansio o destacamento de guardia romana y que, por tanto, no ha dejado huella. Hasta parece más lógico que salvar el Duero se hiciera por una zona más al NW para acceder a la actual Galicia o Asturias (o sea, Zamora) en vez de virar hacia el E para llegar a la actual Villalazán.
En virtud de lo que me comentas, he revisado el “Itinera Hispana” de José Manuel Roldán Hervás y Carlos Caballero Casado (El Nuevo Miliario, número 17, agosto de 2014, y sigo con las dudas respecto al auténtico periplo hacia Ocellum Duri y que entrañe el levantamiento de un puente, esto es, la Vía XXIV de “Item ab Emerita Caesaraugusta” (pág. 125/138) y la Vía XXVI de “Item ab Asturica Caesaraugustam” (pág. 147/150). Pero no desesperemos: llegará el día en que aparezcan testimonios fidedignos y materiales del asentamiento de Ocelo Duri y hasta de su posible puente que, como ocurre en muchos casos, sería de madera y por eso no se ha encontrado.
Agradezco tu interés por la lectura de este artículo y saludos cordiales.