PUENTE DEL LLANO NEVERO. RÍO CURUEÑO
TÉRMINO MUNICIPAL DE VALDELUGUEROS. León
LE-321 PK 36
Este precioso puente, en su rara ubicación fuera de cualquier ámbito
poblacional, conjuga perfectamente el binomio camino-puente pues se halla
encuadrado en la mítica Calzada de La Vegarada, sin interferencias de casas o
poblados, como ocurre con algunos otros del cauce del río Curueño. No creo que
se construyera en esa punto para dar servicio a las posibles cargas de hielo de
algún nevero artificial que pudiera haber existido en la zona. Por el
contrario, es bastante común encontrarse obras pontoneras aisladas pues lo que
prima es la trayectoria de la vía que se utiliza para el tránsito de personas y
mercancías. Dentro del curso del Curueño y en un punto donde existe un vado
natural (que es el camino) se procede a construir un puente que pueda salvarlo
cuando las aguas del río van crecidas por fuertes lluvias y deshielos, procesos
que a veces, duraban semanas, incluso meses. Las largas esperas para poder
cruzar el cauce con cierta seguridad por parte de trajinantes, buhoneros o
pastores con sus ganados en trashumancia, se convierten en exigencias que
deberían cumplir los municipios, aldeas y lugares del entorno y así, en algún
momento impreciso se decide construir una obra firme que sustituye, quizás, a
otras obras menores a base de maderos apoyados en rocas, que salvan como pueden
los cauces bajos o medios de este rio.
Aunque es obra vieja y ha sufrido incontables modificaciones y
rehabilitaciones, lo que da a entender la importancia que tenía en las
comunicaciones, especialmente hacia la raya asturiana, no se observan restos de
fundación romana o tardorromana en sus paramentos o bóvedas. Yo diría que tanto
por su impronta como por los materiales empleados se puede catalogar como
estructura altomedieval, desde el siglo XIV en adelante y sus actuaciones
posteriores -que pueden ser hasta de tiempos barrocos o clasicistas- siguen
recomponiendo la obra en su impronta medieval y rústica, muy común en la
pontonería peninsular, especialmente la de Asturias y Pirineos.
Cabe señalar que pese a encontrarse aislado, debió de ser un puente muy
popular ya que goza de varios nombres y aunque predomina el de Puente del Llano
Nevero, parece que también era común llamarle Puente del Llano Lobero y es
claro que esa extensa llanura con praderías donde pastaban ungulados, bien
acotada por paredes, montañas en pendiente y el propio río cuando llevaba aguas
bravas, era un lugar propicio donde
cazarían las manadas de lobos leoneses durante siglos. El epíteto de La Puente
Nueva me despista pues suele llamarse así a una puente cuando sustituye o
complementa a otra más viejuna y en este caso, los puentes más cercanos son el
de Lugueros o el de Cerulleda que tampoco parecen más antiguos que éste.
Características actuales de la obra. Aunque sigue manteniendo 3 vanos, probablemente y en origen, estos
guardaban mayor armonía de la que presenta la obra actual. Tendría un arco
mayor central y se escoltaría por otros dos menores bajo tablero a dos aguas cuyo
vértice se centraría en la clave del arco central, una impronta de lo más
habitual en la pontonería protorromana o medieval.
Tiene una longitud aproximada de 39 metros y una profundidad en bóvedas
de 3,60 metros. Dispone, como decía, de tres vanos con luces de 1+12,10+6,80
metros y de geometría en medio círculo. Ciertamente, en el muro de
acompañamiento izquierdo (desde aguas arriba), pudo existir un arco mayor que
condicionaba el paso de carruajes por su excesiva rampa y en alguna
rehabilitación donde se dañó esta bóveda, se modificó la traza, suavizando la
pendiente de ese lado y creando un aliviadero que desalojara cauces en periodos
de crecidas, si ello era necesario. Hay que considerar que la luz del arco
central ya es importante para la época y parece que se estudiaron con precisión
los altos cauces que podía llevar en este punto el Curueño para que la obra
desalojara estos, sin dañar la estructura o evitando el efecto presa que
también podía dañar o derribar muros y pretiles. La altura desde canto superior
de pretiles en su punto central hasta lámina de aguas de estiaje es de 7,10
metros, una altura considerable hasta para las mayores crecidas que puede tener
el río en este punto, donde lo más habitual y debido a la terraza que conforma,
es que se extienda horizontalmente inundando los márgenes pero evitando la
presión sobre la estructura.
Dispone de dos gruesas pilas, la izquierda de aproximadamente 1,80 metros
de ancho y la de la derecha (siempre desde aguas arriba) tiene un ancho
aproximado de 2,60 metros. Estas se refuerzan con dos tajamares bajos, que no
sobrepasan la altura de riñones de arcos y tienen una sección triangular, en
cuña; puede que dispusieran de sombreretes piramidales para proteger el relleno
pero en algunas actuación de mediados del siglo XX, se procedió a taparlos con
revoques de cemento. Aguas abajo cabe pensar en que también tenía espolones,
más evidente en la cabecera derecha, donde en la intervención reciente se ha
reconstruido totalmente.
Respecto a su fábrica más antigua, hay disparidad de aparejo y las fotos
más viejas de la obra no tienen suficiente resolución para adivinar sus
componentes. Predominaban los lienzos de mampostería de caliza y esquisto de
volumen regular y muy aglutinada con mortero de cal y ya existían paños en los
que se había desprendido el chapado de piedra y aparecía el relleno de tierra,
piedra y canto, ya en estribos como en tímpanos. En alguna bóveda y por pérdida
de roscas exteriores en aguas arriba que afectarían al extradós se consolida la
obra a base de revoques de cemento donde se debió de utilizar cimbra ya que se
observan las marcas del encofrado, todo ello en la actuación grosera mencionada
anteriormente. Al margen de este apaño, es en estas bóvedas donde hay más
huellas de diferentes actuaciones. Los arranques de estas, que parecen más
antiguos, se forman con sillería de larga soga pero sin atizonan y con talla no
excesivamente cuidada aunque dispuesta a hueso con algo de ripio. A medida que
se elevan las bóvedas, predominan las piezas irregulares, mezcla de sillares
toscos, sillarejo y mampuestos de variado tamaño. En las zonas altas de las
arcadas y hasta su cierre, el dovelaje es a base de piezas desbastadas toscas a
modo de lajas, en disposición vertical que se van uniendo con grandes dosis de
mortero de cal, muy al estilo romano rural de "opus incertum" que era una especie de mampostería hidráulica
utilizada en paños que registraban mucha humedad. Este opus incertum también es muy frecuente en la pontonería del pirineo
aragonés y lo que nos indica es que, ante la carencia de canteros profesionales
en el mundo rural de la Edad Media o en el Renacimiento así como el
encarecimiento de su posible contrata, eran los albañiles locales los que
reparaban o reacondicionaban las obras civiles de su entorno, con la piedra del
lugar, pocos medios, escasa o nula herramienta de cantería y en procesos muy
económicos pero útiles y resolutivos. Esta disposición de las sucesivas roscas
a base de lajas o rajuelas, era semejante a la que estos albañiles estaban
acostumbrados a construir en las bóvedas de ladrillo para casas y otras
edificaciones en las que eran profesionales expertos. En boquillas mejora el
tratamiento del dovelaje, con piezas altas que llegan algunas hasta 1 metro,
alternando soja y tizón para que imbriquen bien y con cara vista picada que le
da un aspecto más pulcro a la obra.
En cubierta y hasta su última restauración cabe decir que el tablero a
dos aguas todavía mantenía parte de los pretiles también ejecutados a base de
lajas hincadas en una lechada de mortero para su mejor fijación. El firme era
de tierra y parcialmente pavimentado con cemento, producto de la restauración
ya mencionada. En cabecera izquierda la entrada se abocina para la mejor
entrada de rebaños en tránsito y en cabecera derecha el estribo se larga y
acoda en un longitud de 4+8 metros para embocar con la calzada antigua y donde
su anchura llega hasta 4,70 metros.
Este puente ha sufrido una drástica rehabilitación -al igual que otros
del trayecto de la calzada de Vegarada- entre los años 2.003 y 2.007 y que
distorsiona la obra original que ha llegado hasta nuestros días. Como ya he
comentado en otras entradas, si bien el experto que lo visitó hace casi 40 años
para el catálogo de puentes leoneses ya advertía de que era necesaria una
restauración, se hubiera llevado una gran sorpresa al contemplar su impronta
actual pues dudo que estuviera pensando en una actuación tan impactante. En el
ámbito del tratamiento de obras civiles antiguas, especialmente las históricas,
debe predominar la consolidación no la rehabilitación, reconstrucción y
modificación del testigo milenario, salvo en pequeños detalle. En este caso, si
existían desprendimientos de paramentos y quedaba a la vista el relleno de
hormigón y tierras, se procede a la consolidación de esas zonas con revoques de
mortero encolados o resinas donde se pueda distinguir lo antiguo de lo
contemporáneo. En cubierta y tras consolidad el extradós para evitar
filtraciones, se vuelve a echar tierra o recebados de piedra menuda y se
intentan recuperar los pretiles de lajas de esquisto, como parece que tenía la
obra antigua, muy semejante a la de los pretiles de puentes cercanos a éste. Donde
no hay petos, se deja como marca el testigo antiguo, sin otras modificaciones,
muy habituales y reiterativas en la actualidad como son el hincado de
barandillas de madera o metálicas. En este caso, ni siquiera fue así, sino que
se procedió a una renovación total de la cubierta, ya en pretiles (perfectos y
de bella factura) así como en el firme, con un trabajo meticuloso de empedrado
a base de adoquinado largo y superficie rugosa o picada para evitar resbalamientos
en tiempos de heladas. Hasta la albardilla es de calidad superior, no superada
por los alarifes de época barroca. A todo ello, hay que añadir la reposición de
mampostería en ambas caras del puente, prácticamente desde zona de claves del
arco derecho hasta la rasante, también en una actuación cuidada y decorosa pero
innecesaria en una obra civil histórica con muchos siglos de antigüedad.
Evidentemente la impronta actual de la estructura, aunque ecléctica,
sigue resultando bella y puede que con los años cobre una mayor pátina de obra
antigua, pero debemos evitar estas mutaciones arquitectónicas en la obra
pública de carácter histórico pues además de ser económicamente gravosas, no
son necesarias y vuelvo a recordar los ejemplos que ya puse de restos de pontonería
milenaria, incluso romana, con actuaciones discretísimas de consolidación y que
cito en la entrada para el Pontón de Villarias o el del Puente del Ahorcado.
Su estado de mantenimiento actual es bueno aunque ya empiezan a medrar
matillas y arbustos en los paramentos del puente. También sería deseable que se
eliminara la vegetación de la cabecera izquierda para poder observar el
arquillo que prácticamente está oculto. En las bóvedas ya hay exceso de
eflorescencias y costras por reacciones químicas que deberían limpiarse pues
dañan el dovelaje. Aunque dispone de un excelente panel informativo en cabecera
derecha, se echa en falta una señal de tráfico en la calzada convencional de
las que anuncian monumentos (suelen tener fondo rosa) antes de llegar a la
desviación pues al tiempo que se advierte al conductor que sí busca el puente,
también informa al que lo ignora de que allí existe un monumento de interés que
puede visitar, admirar y fotografiar.
Para saber más: Me remito
a lo que se señala en este apartado para otros puentes del río Curueño o la
Calzada de Vegarada y que por proximidad, podemos consultar en el Puente de Lugueros. Recientemente, se trata esta obra civil en un artículo de Luis Solera Selvi para el periódico La Nueva Crónica de fecha 03.09.2018 titulado "Los puentes históricos del Alto Curueño".
Cómo llegar: Nuestro
puente se localiza en el PK 36 de la carretera provincial LE-321 tras dejar al
sur el pueblo de Lugueros, dentro del término municipal de Valdelugueros y donde
a la derecha del poste kilométrico (en sentido creciente de la ruta) nace una
vía de grava y tierra en la que hay un cartel de madera que señaliza el puente;
tomando este camino y a la distancia de 230 metros, llegaremos a la obra y al
río. Desde León se sale por la LE-20 buscando la N-621 hasta Ambasaguas de
Curueño donde tomaremos la LE-321 desde su PK 0 hasta La Vecilla, lugar de
desvío hacia la autonómica CL-626 que seguiremos hasta la estación para, de
nuevo, seguir en dirección N por nuestra carretera desde el PK 19 recorriendo
el Curueño hasta llegar al PK 27 de esta calzada y nuestro puente. No hay
autovías cercanas pero otro itinerario lo marca la N-630 (Carretera de La
Plata) que tomaremos en dirección N desde León hasta La Robla para seguir por
la autonómica CL-626 dirección NE hasta la estación de La Vecilla de Curueño,
donde, sin entrar en la localidad, tomaremos a la izquierda la LE-321 hasta
destino.
Ruta de los puentes históricos del río Curueño con la señalización de nuestro puente.
Cartel de dirección al puente en la propia calzada de tierra.
Vieja imagen del puente antes de su restauración, tomada probablemente en 1.978 y que figura en el trabajo de Arenillas et al. "La calzada romana de La Vegarada"
Fotografías del puente antes de su restauración efectuadas en 1987 y dibujos de alzado y planta, tomados del libro "Catálogo de puentes de León anteriores a 1.936".
Fotografía tomada después de su restauración y que figura en el panel informativo de esta obra histórica.
Bonito dibujo del puente que se encuentra en el panel informativo de la obra.
Tanda de fotos de fecha 01.07.2017
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