Calle de Toledo/Paseo del General Ricardos
MADRID
Quizás, la crónica del
puente más antigua es la que realizan los colaboradores de Pascual Madoz Ibáñez para
su conocido ‘Diccionario Geográfico-Estadístico’, editado en Madrid en el año
1846 donde dispone de un apartado dedicado a este puente y así nos cuenta lo
siguiente: […] La fundación del puente es de época remota siendo varias las
reedificaciones que ha sufrido por haber sido inutilizado o destruido en varias
ocasiones por las crecidas del río, como la que ocurrió en el año 1720. Se
ignora el año en que principió la obra moderna constando en todo caso que se
finalizó en 1732 y que se fue levantando durante el mandato del corregidor
Francisco Antonio de Salcedo, marqués de Vadillo. Se compone de magníficos
arcos de medio punto labrados, inclusas las vueltas, con sillares de granito,
cada uno tiene 40 pies de luz y 45 de elevación. Las robustas cepas forman
cubos que sirven de burladeros en el pavimento del puente, dándole desahogo,
pues su anchura de 36 pies no es a veces suficiente para el paso de las gentes y
de los carruajes y caballerías que transitan por este sitio. Sobre el arco
central se levanta por cada lado un cuerpo o pedestal que recibe una aguja con
4 bolas de metal. A competentes distancias y formando el semicírculo hay 6
estatuas de la numerosa colección que había en Palacio si bien, estas son
mejores que las de la plazuela de Oriente pues además de estar más concluidas
que aquellas, son de una pieza, contribuyendo a su mejor efecto al hallarse
colocadas en pedestales de bastante elevación y el tener en las manos los
objetos que las corresponden como cetro o espada según el pensamiento del
escultor. Estos, al parecer, pequeños accesorios que faltan a las estatuas de
la plazuela de Oriente son como los marcos en las pinturas no sólo de ornato
sino de necesidad para el buen efecto. A estos reyes del Puente de Toledo les
faltan los nombres y es de desear que se pongan siempre que se hagan con tino.
Por último, dos cuerpos menores que los referidos obeliscos pero guardando
relación con aquellos en la forma, terminan esta plaza semicircular en los
extremos, faltando solamente a cada uno de estos cuerpos un león que le ha de
coronar, puesto sobre el tercio de columna con basa dórica que está ya
colocado. Entra en el plan hacer dos fuentes en la embocadura del puente y
terraplenando las grandes hondonadas que hay entre las bajadas del puente de
Toledo han de formar en cada lado una plaza decorada por una fuente y otros
ornatos, proyectado todo como la plaza que hemos descrito a fines del reinado
de Fernando VII en cuyo tiempo iba entrando mucho gusto en obras públicas […]
Por su parte, el
ingeniero de camino Vicente Machimbarrena Gogorza en un inventario de los
puentes sobre el río Manzanares en la capital que publicó en la ROP de 1924
describe esta obra pública de este modo: […] Conecta la villa con la salida
natural hacia la imperial Toledo -arranca en la calle de Toledo- aunque también
era la calzada indicada para viajar hacia Andalucía. Parece que se comenzó la
obra en fecha 19-07-1682 y no se terminó hasta el año 1732 debiéndose el
retraso a problemas administrativos y averías causadas por la violenta avenida
del río Manzanares en el año 1720. El notable historiador del arte barroco Otto
Schubert atribuye la obra al conocido arquitecto Pedro Ribera con la
colaboración del escultor Juan Ron. Se compone de nueve arcos de medio punto
con sillares de granito. La luz de cada arco es de 40 pies (11,15 metros) y la
altura de 45 pies (12,50 metros). Las robustas pilas se prolongan en elevación
en forma de burladeros para desahogo del tránsito, muy intenso, aunque el ancho
del tablero resultaba pequeño ya que no sobrepasaba los 36 pies (10 metros). Su
importancia artística es extraordinaria como ejemplo notable del estilo
Churriguera madrileño de lo que dan fe las torres de dos pisos de entrada, los
templetes del centro con las armas reales y las de Madrid que cobijan estatuas
de San Isidro y Santa María de la Cabeza, los mascarones y vasos que lo decoran
y las fuentes del lado de Madrid […].
Un excelente trabajo
sobre el puente se refleja en el libro titulado “Puentes, Viaductos y
Acueductos de la Comunidad de Madrid’, obra editada por la propia CAM en el año
2018 donde nos aportan la siguiente información sobre el histórico puente: […]
De la existencia de la “Puente Toledana” se tiene constancia escrita por
primera vez en la Crónica del Halconero de Juan II, donde se relata el ataque
sufrido por el procurador Diego de Ávila, acaecido en el puente el 24 de junio
de 1436. La historia que acompaña a este puente es poco menos que azarosa, al
garantizarse la accesibilidad a la villa a través del puente de Segovia. Así,
el de Toledo fue descuidado, llegando a estado de ruina, con arcadas reparadas
a tramos de forma provisional con madera o ladrillo. Felipe IV mandó construir
un nuevo puente que enlazara Madrid con el camino de Toledo: la “Puente
Toledana”, proyectado por Juan Gómez de Mora y construido por José Villarreal
entre 1649 y 1660. Una crecida del río Manzanares lo destruyó, obligando a proyectar
uno nuevo en 1671. En 1680, con el puente recién construido, otra riada se lo
lleva, volviendo otra vez construirse bajo las trazas proyectadas en 1682 por
José del Olmo, con añadidos de José Arroyo el Mozo, cuyas líneas básicas mantuvo
Teodoro Ardemans cuando se hizo cargo de las obras en 1684. El proyecto tiene
varios intentos de culminación e interrupciones desde el inicio de las obras
en 1683, hasta la llegada del corregidor de Madrid, el marqués de Vadillo, en
1718, quien se propone dar término a las obras, encargando a Pedro de Ribera su
dirección. El proyecto de Ribera se presenta en 1719, terminándose el puente en
1732, con obras complementarias hasta 1735, cuando se puede considerar
finalizado el conjunto. Construido con sillería granítica en rasante
horizontal, consta de nueve ojos, formados por bóvedas iguales de arco de medio
punto, cuya luz alcanza los 11,50 metros. Se completa con dos rampas o
descendederos en el extremo norte y una amplia plataforma de acceso flanqueada
por dos grandes monolitos en el extremo sur. La traza barroca es evidente en
el encaje de alineaciones rectas y curvas. El macizo entre arcadas prolonga el
cuerpo de la pila por los laterales con grandes tambores con tajamares en la
base del lado norte. Estos tambores, de sección semicircular con base apuntada
se prolongan hasta el tablero, dando lugar a descansaderos o miradores
laterales con aspecto de torres de fortaleza. El pretil, con sillares de
grandes dimensiones, discurre a lo largo de toda la obra, bordeando también los
miradores adaptándose a la sinuosidad de las curvas. El puente contó en un
principio con cuatro fuentes en los espacios curvos que amplían sus
embocaduras, de las que hoy sobreviven dos. Los monolitos situados junto a la
glorieta del Marqués de Vadillo tenían el objetivo de magnificar la importancia
del puente dando a Madrid una entrada de gran belleza. El aparato barroco del
puente se manifiesta también en la profusión de elementos decorativos entre los
que destacan los dos casilicios (templetes) con las estatuas de San Isidro y
Santa María de la Cabeza talladas en piedra caliza de Colmenar. Están situados
sobre el pretil en el eje del arco central, obras del escultor Juan Villabrille y Ron. Dos monolitos de compleja y bella decoración anuncian la entrada al
puente por el extremo sur. Jarrones, pináculos, gárgolas y volutas completan el
rico y variado programa decorativo. Con la llegada del tráfico radial, se hace
obvia la insuficiencia del puente, presentándose varios proyectos de
ensanchamiento, traslado y demolición, que no llegan a realizarse. Al canalizarse
el río Manzanares en los años cincuenta del siglo XX se nombra una comisión que
propone una nueva solución: duplicar el puente mediante dos puentes paralelos
aguas arriba y aguas abajo, de hormigón y de carácter aséptico, dejando el
histórico en el centro como monumento (fue declarado monumento nacional en
1956) y como paso para peatones y ajardinando la zona entre ellos creando un
parque. Esta solución fue la presentada unos años después por Carlos Fernández Casado y Fernando Chueca Goitia, separando aún más los puentes paralelos. En
1995 comenzó un completo proyecto de restauración integral. En 2007 el
basamento y la cimentación se vieron afectados por el paso de varios cajones de
hormigón, dentro de las obras de soterramiento de la M-30. En 2014 se
restauraron por completo los casilicios, permitiendo en la actualidad la
visión global del puente en todo su esplendor, aunque recortado inferiormente.
El Puente de Toledo es un ejemplo absolutamente singular dentro de este tipo
de construcciones por la importancia concedida a la estética y la decoración y
hay que entenderlo como una obra pública de utilidad y ornato en el importante
acceso a la ciudad desde Toledo. Se puede considerar su datación entre los años
1719 y 1732. Obra de Pedro de Ribera y del escultor Juan Villabrille Ron. La
intervención de los años 1992/1997 es obra del arquitecto José María Sendarrubias Redondo. Nueva intervención para adecuarlo al soterramiento de la M-30 en
el año 2007 recortando varias pilas y estribos. La obra civil está declarada
BIC (Bien de Interés Cultural). Se conserva en buen estado […]
Por último, el
impecable, profundo y detallado estudio que realiza el ingeniero Carlos Fernández Casado, profesional que debió de prestar atención a esta obra civil
ya que se le encargó un estudio técnico sobre la obra, su posible modificación,
traslado o derivaciones de su tráfico construyendo otros puentes paralelos en
aguas arriba y abajo para descargar los tráficos de éste y dejarlo como
histórica pasarela sobre el río Manzanares. Este extraordinario testimonio
técnico, histórico y artístico -sin duda, el más completo realizado sobre el
Puente de Toledo- lo publicó en la ROP del año 1974 donde nos cuenta: […] En
el puente de Toledo la primera noticia escrita aparece en la ‘Crónica del
Halconero de Juan II’ donde se relata un suceso acaecido en fecha 24-06-1436 :
“estando el rey don Juan en la su villa de Madrid y habiendo venido los
procuradores de sus reinos y estando aposentados en dos aldeas de Madrid que se
llaman Los Caramancheles, a uno de estos procuradores, cuando se trasladaba a
la villa, salieron a él encima de la Puente Toledana dos de a caballo que
llamaban Gonzalo de Azitores e otro escudero suyo con él. E diole el uno una
lanzada por el pescuezo de la cual murió luego”. En el segundo grabado del
‘Códice de Viena’ aparece un puente de once ojos. El primer documento de
archivo corresponde a un repartimiento que se hizo por mandato del Consejo de
Madrid en los lugares de su jurisdicción “que se dicen de La Martiniega” para
el repaso de la Puente Toledana y otros quiebros. Vienen después una serie de
acuerdos del mismo Concejo sobre requerimientos a propietarios por obras
abusivas como estacadas, desviaciones del río y obras menores análogas a las
que hemos indicado a propósito de la Puente Segoviana las cuales obras casi
desaparecen al concentrarse los esfuerzos del rey Felipe II en la ejecución del
puente nacional que es el de Segovia. Después de concluido éste que da
definitivamente resuelto el problema del paso del río con lo cual se descuida
el de Toledo cuyas arcadas, en gran parte arruinadas debieron de sustituirse
por tramos de madera o arcos de ladrillo que sufren reparaciones a todo lo
largo del siglo XVII hasta que en 1670 se toma la resolución de construir un
nuevo puente en las proximidades del anterior que en 1582 ya debía de estar inservible
pues, a propósito de una reparación en el de Segovia, se dice que ‘por la ruina
del puente de Toledo es la única entrada de lo principal del comercio de esta
Corte’. Esta resolución de 1670 sobre construir un puente que sustituyera al
anterior casi inservible es análoga a la de 1574 relativa al puente de Segovia
pero los tiempos son otros ya que ahora tenemos a Carlos II en lugar de a
Felipe II y las obras se inician aunque las cosas van de mal en peor, la
cobranza de los repartimientos es difícil pues los pueblos protestan de las
cantidades que se les asignan dando lugar a procesos interminables. No se
pueden pagar a los maestros encargados de construir las cepas de nueva planta y
éstos reclaman lo adeudado y al paralizarse las obras, la estructura nueva se
va arruinando al tiempo que obstaculizan el paso de caudales, especialmente en
avenidas. Los contratistas protestan ante el Concejo de la irregularidad de los
pagos y éste les acusa de la deficiencia de lo construido verificándose entre
ambos una infructuosa lucha documental que no tiene fin hasta 1718 año en el
cual, el corregidor de Madrid, marqués de Vadillo toma cartas en el asunto y se
propone llevar a feliz término la resolución de 1670 encargando a Pedro Ribera
la dirección de las obras. Pedro de Ribera, el gran arquitecto, venía de
terminar la ermita de la Virgen del Puerto, verdadera joya del barroco, donde,
además, tuvo que resolver un problema ingenieril interesante que era la
cimentación de su fábrica en el cauce del Manzanares, a poca distancia del
Puente de Segovia. Con la experiencia obtenida en este contacto con el río, el
tema de las cepas se domina fácilmente y con una solución más brillante en el
erario público -los Borbones han sustituido a los Austrias- las obras llegan a
su cumplimiento en el periodo 1718/1732. En 1719 tenemos sus diseños que se
conservan en el archivo del Ayuntamiento de Madrid. Desde nuestro punto de
vista los pasos más importantes de la construcción del nuevo puente son los
siguientes: En fecha 3 de mayo de 1672 se elige el sitio más conveniente para
el nuevo puente asistiendo el juez protector de la fábrica don Juan Ramírez de
Arellano y varios señores de la Junta acordando los autores de las trazas:
Lorenzo de San Nicolás, el padre Francisco Bautista y Juan de León así como
llevar la puente un poco aguas abajo para evitar interferencias con las
fábricas de pilas y estribos del puente arruinado que por entonces, soportaba
unos pasos de madera provisionales. Se adjudicó la obra a José de Sopeña,
maestro de cantería bajo la dirección de fray Lucas de Guadalajara pero la obra
nueva se arruina definitivamente en 1680 volviéndose a concursar en 1682 con
introducción de mejoras en la obra como la de sustituir la fábrica de
mampostería de las cepas por sillería. Viene luego un período hasta 1690 al que
hemos referido al hablar de administración desastrosa por parte del Concejo y
de los maestros constructores que se quejan del ‘odio y mala voluntad de los
émulos de la misma profesión de Arquitectura por haber entrado en la obra
contra mala voluntad de todos los maestros de esta Corte’. En 1687 se nombra
protector de la obra a Antonio Ronquillo y vuelve la Junta a elevar consulta a
S.M. sobre continuar la obra haciendo un resumen de lo ejecutado el maestro
mayor del Concejo Teodoro Ardemans. Para terminar la cimentación faltaban por
ejecutar seis cepas y el cubo y los estribos de la parte de Carabanchel. Tenían
las cepas una dimensión de 84 pies por 42 y se reforzaban en las zapatas
mediante unos emparrillados de madera formando cajones de 10’x10’ cada uno, con
nueve estacas (pilotes) de vigas de tercia
y 18 pies de altura terminadas con púas de hierro. Los pilotes se
encepan mediante una zapata de mampostería de pedernal reforzándose en la
superficie con alambres y cadenas de madera de vigas de tercia formando un
emparrillado de 1x1. Sobre esta cadena se disponen ocho hiladas de cantería que
suben retallando hasta la losa de elevación del macho. Este subía en diez
hiladas de cantería de a media vara que en todo su alto hacen 15’. La etapa
definitiva, con Vadillo de corregidor y Ribera de arquitecto comienza en 1717.
Ya en el año 1719 tenemos los diseños originales de Ribera en dos planos, uno
con su propia firma que se refiere a la planta y un detalle de la cimentación
de los ensanchamientos y otro, sin firma, pero de la misma mano relativa al
alzado con todo detalle de la estereotomía y motivos decorativos. También
existe en el archivo del Ayuntamiento planos de planta y alzado firmados por
Ardemans en que se indican con distintos colores las obras realizadas en 1718 y
1719, es decir, las primeras de la fase definitiva y las que se habían
realizado antes y fueron aprovechadas, que se refieren a las cepas ya indicadas
y parte de los cimientos de los muros. El puente propiamente dicho se terminó
en el año 1732 aunque se continuó con obras complementarias hasta 1735
elevándose el coste de estas obras de terminación a 6.430.000.- reales de
vellón. La obra consta de una zona central de nueve arcadas iguales de 40’
(11,15 metros) de luz que corresponde al puente propiamente dicho y que debía
de ser la del cauce activo en avenidas normales cuando la construcción,
encajada entre dos zonas de muros: la del lado Madrid que llega hasta el muro
de ribera que servía de límite artificial a la glorieta de Pirámides y la del
lado exterior que llega a ganar el nivel natural de la margen derecha. En ésta
se dispuso una plaza de la que arrancaban cuatro caminos, dos correspondientes
al paseo marginal a lo largo del río, denominados de San Isidro hacia aguas
arriba y de Pradolongo, hacia aguas abajo. El de Toledo, en prolongación del
eje del puente y otro denominado Camino Real de Aranjuez como se observa en el
plano de Alexis Donnet de 1843. La planta de nuestro puente denota claramente su
filiación barroca por el encaje tan perfecto de alineaciones rectas y curvas.
En la zona principal, con 9,45 metros de anchura libre entre pretiles, el
rectángulo de la calzada queda festoneado con los medios puntos (ritmo 2 a 1)
de los apartaderos por dentro y balconcillos por fuera asomando al río. La
calzada se ensancha por ambas extremidades hasta 35,50 metros mediante curvas
amplias, simétricas las cuatro, que llevan a empalmar sus pretiles con los del
muro longitudinal de la plaza de las Pirámides desembocando en dicha plaza o
quebrándose en dos y en ángulo recto para tomar los descenderos que, con suaves
pendientes, llegan hasta el río o bien, del lado contrario, para empalmar con
el tramo de muros que, en 150 metros llega al nivel de la ribera. El alzado,
con rasante horizontal como en el puente de Segovia, presenta las nueve arcadas
aprisionadas entre los dos tramos de muro que las acompañan. Cada arcada abre
un vano formado por medio punto sobre rectángulo de base igual al diámetro y
altura su tercera parte aproximadamente, salvado mediante bóveda de 4,5’ (1,25
metros) de espesor con boquillas de 51 dovelas y enjutada por 8 hiladas de
sillería a cada lado hasta el nivel del basamento del pretil que corona toda la
obra. El macizo entre arcadas está constituido por el cuerpo rectangular de la
pila propiamente dicha, prolongada por ambos frentes en manguardias
semicilíndricas que se remeten ligeramente con respecto al cuerpo de pila.
Estos cilindros llegan también, con 27 hiladas, hasta el nivel del basamento
del pretil, engolándose a partir de la tercera desde arriba para ensancharse
ligeramente y rematar en cornisa anular de grueso baquetón sobre escocia con
listel intermedio. La manguardia de aguas arriba se complementa mediante
tajamar prismático, en espolón triangular que la ensancha y aguza hasta el
nivel de arranque de las bóvedas, desde donde se corona con sombreretes en
pirámide triangular formada por dos planos cuya arista frontal, aproximadamente
a 45º quiebra la del espolón y muere apoyándose sobre el cilindro de la
manguardia, cilindro donde también se mueren los planos del sombrerete en
intersección que da sendas curvas alabeadas elevándose airosas hasta su vértice
a cinco hiladas y media desde su arranque. El nivel de coronación de los tajamares
que, como ya se ha dicho, coincide con el de arranque de las bóvedas se marca
adelantando la hilada correspondiente, revolviendo el saliente en todo el
cuerpo de pilas y manguardias, continuando después por la superficie de los
muros curvos. Otra hilada, con retallo en saliente, es la cuarta desde arriba
que marca la zona hasta donde desciende la decoración y coincide con el nivel
de intradós de las claves de los arcos, quedando limitada a los semicírculos de
las manguardias. También avanza la hilada inferior que delimita el fuste de la
pila con sus manguardias pero en este caso sirve además de primer escalón en el
ensanchamiento de la cepa, siguiéndole otros 7, como ya hemos visto al tratar
de la construcción del puente. En la actualidad, por haber descendido el nivel
del río, quedan al descubierto cuatro o cinco de estos escalones. El pretil,
que como ya hemos dicho, corre a lo largo de toda la obra amoldándose a las
rectas y curvas de su contorno, está constituido por la superposición de dos
filas de sillares. La inferior es la que conforma el zócalo del pretil y va
tangente a trasdós de boquillas en clave superponiéndose a la coronación anular
de las manguardias. Son sillares de doble altura que la normal con un reborde
triangular saliente a media altura que se continúa en la mitad superior
entrando de modo que el paramento queda remetido con respecto al de la zona
inferior. La fila superior de sillares son losas también de doble altura y
constituyen el pretil propiamente dicho, sobresaliendo de la plataforma del
puente. Asientan sobre los del zócalo dejando un ligero rehundido entre ambos
que destaca el superior y se ensancha en coronación mediante tres recrecidos en
escalonamiento inverso para formar el pasamanos de remate. Por el lado de la
plataforma estas losas son lisas salvo en el último recrecido. A la descripción
anterior de la estructura de nuestro puente, donde como hemos visto, se
despliega un barroco que pudiéramos calificar esencial, es preciso agregar la
decoración barroca que destaca independientemente de la estructura como algo
sobrepuesto a ella que en cierto modo pudiéramos calificar de adventicio, in-esencial,
pero no despegado de la realidad del puente, a la cual pertenece tanto lo
esencial como lo adventicio aunque no del mismo modo. Los elementos más importantes de esta decoración son los dos templetes o
casilicios que se erigen sobre el pretil en el eje de la arcada central para
albergar las imágenes en caliza de Colmenar de San Isidro y Santa María de la
Cabeza, obras del escultor Juan Ron. Los templetes emergen desde el basamento
con toda la altura del pretil que amplia su espesor tanto hacia dentro mediante
dos retallos del mismo, ampliando el segundo mediante suave superficie convexa
que disminuye ligeramente la anchura de la calzada; como hacia fuera, para lo
cual vuelan saledizos curvos que amplían las superficies planas del pretil
mediante tres retallos sucesivos combados en vertical y horizontal. Sobre estos
basamentos, las estatuas se yerguen sobre bases en que en los dibujos de la
época tienen perfil semejante a jarrones, pero en realidad están formados por
cuatro cuerpos elípticos de diferente latitud superpuestos. Los templetes
tienen dos hastiales con planta casi cruciforme, pues a la planta rectangular
se adosan cuatro estípites muy evolucionadas ostentando diversos elementos
decorativos que componen unos esbeltos angelotes, cuyas cabezas, muy destacadas
entre las volutas de sus alas, sostienen un entablamento soportador de
arranques del frontón partidos en los dos frentes de la hornacina sobre la que
se eleva una coronación triangular con gran escudo como reloj de dos caras,
nacional y municipal, sostenido materialmente por adosamiento de dobles volutas
superpuestas en ménsula invertida y fantásticamente por seis angelotes en bulto
completo, cuatro en los vértices de abajo y dos en los costados de arriba. Los
elementos decorativos que siguen en importancia son las fuentes, que eran
cuatro -hoy sólo quedan dos- situadas en los cuatro balconcillos que, de un
modo muy elegante, remataban las cuatro curvas de ampliación de la plataforma
del puente, enlazando con un desarrollo de más de medio punto los pretiles del
puente con los muros de acompañamiento, por un lado, y con los muros de ribera
por el otro, articulando así los quiebros de la planta. Tienen las dimensiones
de los balconcillos de pilas y la misma ordenación arquitectónica que sus
manguardias. Las fuentes tienen unas tazas inferiores cuadrilobuladas con los
salientes curvos de perfil vertical análogo a los de los basamentos de los casilicios.
En el centro se eleva desde el fondo el fuste que, ordenado en tres cuerpos, va
a recoger la taza superior, la cual parece así elevada sobre cuatro balaustres
apiñados, soportados sobre el segundo cuerpo más amplio formado por una macla
de cuatro volúmenes decorados en grueso relieve, reposando sobre el último
cuerpo de menor sección que parece compuesto por una agrupación de tallos
vegetales. El tercer elemento decorativo de importancia lo constituyen las
torrecillas que anunciaban la entrada al puente viniendo del exterior. También
se ordenan en superposición de tres pisos, el inferior con columnas adosadas a
un núcleo rectangular que ostenta frentes recortados en tarjetones de relieve.
Una especie de entablamento separa este cuerpo del superior donde las columnas
están sustituidas por estípites y los frentes del núcleo se decoran con
relieves simulando jarrones. Un nuevo entablamento separa este segundo cuerpo
del remate, donde cuatro volutas invertidas arrancan de los vértices para
soportar una especie de veleta rígida con ángel y cruz como remate. A lo largo
del pretil de todo el puente y en el de las rampas de los descansaderos se
colocan pináculos en forma de jarrón con tapadera en pirámide de caras
rehundidas hacia la base mediante superficies curvas. En correspondencia de
cada uno de los pináculos el pretil se complica intercalando una pilastra entre
volutas en la fila superior de sillares que sirve de base al jarrón y un
resalto en los de la fila inferior que amplía el papel de basamento
prolongándose por debajo en cartelas curvas con mucha ornamentación que, en las
de manguardias, desciende hasta el listel que limita la zona decorativa, como
ya indicamos al describir estas y en los correspondientes a la vertical de las
claves de arcos hasta el intradós de las mismas. En los pináculos de muros de
acompañamiento la decoración se limita a la altura del pretil. En los de claves
de arcos arrancan de la hilada inferior del pretil gárgolas en media caña,
terminando en cabezas decorativas con fauces abiertas por donde sale el agua
[…].
Por lo que respecta a
los actores o intervinientes de todo tipo que se relacionan con actuaciones en
el Puente de Toledo podemos indicar los siguientes, cuyos nombres y fechas -a
veces- no están claros o discrepan en su nomenclatura y actividad: Los primeros
alarifes de los que se tienen constancia para apaños en el viejo puente y en el
año 1549 son los hermanos Antonio, Juan y Luis Sillero que, probablemente,
reforzaban los apoyos (pilas y tajamares de piedra) de un tablero de maderamen.
En el año 1565 actúa como inspector de obra el maestro cantero Juan del Valle.
Lo que podemos
considerar ya un nuevo puente aunque pronto arruinado es la conocida ‘Puente
Toledana’ que fue obra y proyecto de Gómez de Mora en el año 1623 que
probablemente sustituiría -como decíamos- a algún paso relativamente corto de
maderamen con refuerzos de piedra para un vado más o menos constante. A juzgar
por los repartimientos según documentos del Consejo de Castilla en el año 1644
tuvo un coste de 16.500.- ducados. Los daños ocasionados por una fuerte avenida
a mediados del siglo XVII origina que en 1670 se encargue a Tomás Román el
proyecto de obra nueva. Éste inicia las obras en 1671 junto al equipo formado
por fray Lorenzo de San Nicolás, fray Francisco Bautista, Gaspar de la Peña y
Sebastián de Herrera. El papel de De la Peña cobra importancia ya que además
tiene que supervisar estos proyectos de Tomás Román y Melchor Luzón incluso
otros posteriores pero del año 1671 en su nueva autoridad de Maestro Mayor de
los Sitios Reales. En el año 1673 se realiza un nuevo proyecto con el propio
Tomás Román como director y la colaboración de Juan de León, Marcos López,
Pedro Lázaro Goiti y Luis Román que se comprometen a concluir la obra en 4
años. Aunque parece ser que la estructura completa se termina en 1677, una
agresiva avenida del Manzanares lo destruye en el año 1680. La poca competencia
-es un decir- de estos técnicos hace que el Concejo madrileño los castigue
hasta con destierro, obligándoles a pagar los costes de su reconstrucción. Mientras
el puente permanece colapsado se decide por urgencia levantar un paso de madera
lo que se logra en el plazo de 6 meses durante el año 1682 donde actúa un grupo
de canteros y alarifes trasmeranos siendo el responsable Simón Martínez de la
Vega y colaboradores como Félix de la Riva Campo y Juan de Setien Güemes. Otros
canteros y maestros de obra que actúan en el puente de piedra durante el año
1682 son Félix de la Riva, Melchor de Bueras y Francisco Casuso Villafañé, que
propuso eliminar los paños proyectados en las pilas de mampostería por fábrica
de sillería. En el año 1682 se encarga al arquitecto José del Olmo nueva traza
del puente con aditamentos perfeccionados por José del Arroyo con un
presupuesto de 239.000.- ducados; ambos ya había trabajado en la ‘Puente Segoviana’
y diseñan un puente con más capacidad, llegando hasta los 11 vanos semejante al
que ya había diseñado Gómez de Mora. También colabora en este proyecto el
maestro de obra Simón Martínez de la Vega y Juan de Rivas Puente, éste último
llegó a ser uno de los inspectores tasadores en un acta levantada en el año
1691.Las obras se inician en 1684 con la colaboración e inspección de Teodoro
Ardemans, a la sazón, maestro mayor de obras de la capital. Al morir Ardemans
se continúan los trabajos aunque lentamente hasta que con la llegada del nuevo
corregidor de la villa Francisco Antonio de Salcedo Aguirre, marqués de Vadillo
en 1715 y las ayudas del nuevo rey, Felipe V, proclive a mejorar la obra púbica
de su nuevo reino, parece ser que se sigue apoyando este proyecto de puente
encargándose su continuación al insigne arquitecto Pedro de Ribera. Éste, en su
nuevas trazas, considera que la obra debe tener 9 vanos separados por tambores
(tajamares/espolones semiesféricos) rematados por balconcillos en cubierta con
una anchura de tablero de 9,45 metros y gran abocinamiento en cabeceras hasta
los 35,50 metros, también en planta semicircular. Esto es, un puente plenamente
urbano aunque se ubicara en el extrarradio. El escultor Juan Alonso Villabrille
Ron se encarga de los casilicios en la medianía del tablero con imágenes de los
patrones de la ciudad San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza, obras que
culmina en el año 1722. También se diseñan rampas de acceso al cauce así como
dos fuentecillas-abrevaderos sobre espacios semicirculares con lo que se
consigue crear una zona monumental a la entrada a la capital por el sector S/SW.
Aunque hay autores que consideran terminada la obra plena en 1732, otros
apuntan a que en 1727 se podía considerar acabada. En el año 1785 se diseñan
los paseos del entorno del puente según proyecto de Joseph Salcedo. Entre los
años 1829 y 1831 se restauraron los antepechos o pretiles según dirección de
Custodio Teodoro Moreno y en 1830 se levantan los monolitos o pirámides en
cabecera ciudad según diseño de Francisco J. Mariátegui. Siguiendo a Pascual
Madoz -enciclopedia de 1846- en aquellas fechas todavía no se habían construido
las fuentes, se estaban trasladando las estatuas sobrantes de reyes en piedra
caliza originarias del Palacio Real para ubicarlas en los descenderos de
estribos del puente y se estaban ubicando en cabeceras las columnas barrocas
enfrentadas a los monolitos o pirámides. Entre los años 1919 y 1926 se procede
a una nueva canalización del río Manzanares donde interviene en un proyecto de
parque lineal junto al puente el arquitecto municipal Gustavo Fernández
Balbuena. En el año 1921 se procede a eliminar edificaciones antiguas en el
entorno del puente según proyecto y obra del arquitecto municipal y docente Alberto
Albiñana Chicote para nuevas dotaciones de explanación y jardines. Se trataba
de conformar una glorieta a la entrada del puente asociándolo a un parque,
pradera de San Isidro y ermita del Santo Patrón al tiempo que se conseguía
aislar el monumento pontonero de otras edificaciones; proyecto aprobado siendo
alcalde de la villa Luis Silvela Casado. En el año 1952 y para descargar el
puente de los excesivos tráficos se encarga un proyecto para la construcción de
dos puentes paralelos al de Toledo a modo de desdoblamiento, uno en aguas
arriba del río y el otro en aguas abajo, bien separados del monumento para no
interferir en su impronta y vistas. El anteproyecto, elaborado por el ingeniero
Carlos Fernández Casado y el arquitecto Fernando Chueca Goitia es aprobado por Dirección
General de Bellas Artes aunque sólo se levanta el de aguas arriba, cercano a la
presa número 7. Se procede a una laboriosa restauración de la estructura entre
los años 1956 y 1963 debida al arquitecto José Manuel González-Valcárcel
Valcárcel especialista en la restauración de monumentos. Entre los años de
1972/1974 se produce un daño visual y técnico en nuestro puente monumental con
el diseño de la M-30 que incluía calzadas para la autovía que pasaban bajo dos
arcos extremos de la estructura, en cada cabecera. Posiblemente el daño a la
piedra de granito por la emisión de humos y monóxido de carbono, ‘el mal de
piedra’, ha hecho irrecuperable las caras vista de gran parte de la sillería y
dovelaje. Concluidos los desdoblamientos para la M-30 en ese punto y el añadido
de la pasarela llamada ‘Pontona Norte’ según proyecto del propio Carlos
Fernández Casado, se consigue aislar nuestro puente para peatonizarlo
cerrándose al tráfico rodado. Entre los años 1986 y 1987 se remodela el entorno
del puente según proyecto del arquitecto y urbanista Javier Bellosillo
Amunátegui y colaboradores. Entre 1992 y 1993 el Ayuntamiento, realiza trabajos
de restauración y consolidación dirigidos por José María Sendarrubias Redondo y
Alberto Arias Horas, actuación premiada por la Gerencia de Urbanismo en 1997.
En el año 2005 y debido al soterramiento de la M-30 se actúa en el puente
reafirmando las basas, pilas y estribos con inyecciones de hormigón aunque se
disminuye la cota de pilas, rebajándolas y mutilando el basamento escalonado.
Esta actuación, muy criticada, se puede consultar en la web de Carreteros.
Características actuales de la obra. Aunque algunas medidas ya se expresan en los trabajos anteriores podemos resumirlos en estas: la longitud total de la obra incluyendo sus largos estribos es de 283 metros siendo el vuelo total de arcadas de 149 metros y para muros de acompañamiento otros 140 metros aproximadamente, 122 metros para el largo estribo derecho de 122 metros y el contrario, muy reducido en 18 metros; en ambos se produce a sus entradas amplios abocinamientos de 35,50 metros. La anchura regular del tablero es de 10/10,20 metros incluyendo pretiles. El espacio libre de calzada y aceras se aproxima a los 9,45 metros. La zona más ancha se produce en los descansaderos donde se logra una anchura de 15,20 metros en su eje extremo siendo el ancho longitudinal de estos de 6,25 metros para cada uno de ellos. Respecto al cauce y debido a su último encauzamiento mantiene una anchura regular de aproximadamente 40 metros aunque los flujos de agua más o menos permanentes circulan bajos los arcos 4,5 y 6 (visión desde aguas arriba y orilla izquierda). Bajo los arcos 1,2,7,8 y 9 existen viales de variados paseos; recordar que bajo los arcos extremos circuló hasta hace poco la M-30. El puente dispone de 9 vanos en geometría de medio punto con luces semejantes entre 11,15/11,50 metros. La altura de arcos desde claves hasta lámina de aguas parecer de 12,50 metros; Espinosa nos cuenta que la altura desde lámina de aguas hasta arranque de arcos es de 5 metros aunque debido al rectificado de cota por el soterramiento de la autovía, algunos arcos – sus pilas- no llegarán a esa altura. Las pilas tiene una anchura aproximada a los 7 metros y se protegen en ambas caras con tajamares/espolones semicilíndricos (o cubos); disponen de gruesas basas o plintos como apoyo de las pilas que abarcan y exceden del perímetros de estas e incluso algunas de ellas tienen zócalos escalonados para protegerse de posibles socavamientos. En aguas arriba, los tajamares semicilíndricos se refuerzan en su zona baja con elementos de sección en cuña que ayudan a cortar la corriente; en aguas abajo no existen estos elementos asociados a los espolones. En la línea de cabeceras también se añaden en extremos torreones semicilíndricos como nacimiento de los estribos. El muro de acompañamiento del estribo derecho es tan largo que precisa de multitud de machones en ambos lados. En lado aguas arriba son de sección cuadrada en número de 4 separados aproximadamente por 6,30 metros desde las semipilas de estribos hacia extremo todos ellos con tejadillos gallonados a base de lajas de piedra y aumentando su altura hasta nivel de aguas. En lado aguas abajo, son 7 las pilastras de forma semejante a las anteriores y cubiertas también con tejadillos gallonados ganando altura hacia la zona del lecho del río. Sin embargo, en el estribo izquierdo no hay refuerzos de este tipo al ser muy corta su longitud. Respecto a la fábrica, señalar que prácticamente se realiza en sillería y dovelaje de granito salvo en estos machones o contrafuertes que son de mampostería de sílex y aristones de gran tamaño en granito berroqueño. Los paños intermedios del largo muro de acompañamiento se cubre con témpanos de ladrillo y bastidores interiores de mampostería de sílex o pedernal. En estos muros existen alternativamente zócalos sobre aplomo compuestos de mampostería y losas de granito que sirven como bancos de recreo o descanso. La imposta corrida de estos muros va con cierto vuelo exterior y soporta los pesados pretiles a base de grandes piezas verticales u ortostatos que exteriormente gozan de gran decoración geométrica. Extenderme en los detalles de su amplia ornamentación intrínseca o relativa a su entorno no es oportuno ya que el excepcional trabajo de Fernández Casado expuesto aquí lo trata con gran meticulosidad y/o detalle hasta en sus aspectos artísticos.
Para saber más. Un buen manual de
puentes de Madrid que nos informa sobre esta estructura es el titulado
“Puentes, Viaductos y Acueductos de la Comunidad de Madrid”, obra editada por
la propia CAM en el año 2018. También lo trata con cierto detenimiento el libro
titulado “Caminos en el Aire. Los Puentes”, obra en dos volúmenes de Juan José
Arenas de Pablo, editado en el año 2002 por el CICCP, páginas 450/452
incluyendo varias fotos del puente. El libro titulado “Puentes de España.
Tránsitos de Culturas”, obra editada por Lunwerg en el año 2009, ficha 50, obra
de varios autores donde se encarga de los puentes modernos de los siglos XV a
XVIII Pilar Chías Navarro y Tomás Abad Balboa. También trata esta obra aunque
muy brevemente el libro en dos volúmenes titulado “Tierra sobre el agua. Visión
histórica universal de los Puentes”, obra de Leonardo Fernández Troyano,
editado por el CICCP en el año 1999, tomo I, páginas 31 y 53 y una fotografía. Un
libro que alude al puente es el titulado “Puentes Históricos en la Comunidad de
Madrid”, obra editada por la CAM en el año 2007, página 15. El librito ya
citado de Pilar Corella Suárez titulado “Puentes Históricos de Madrid”, obra de
‘Ediciones La Librería” del año 2004 nos aporta información novedosa del puente
en las páginas 22 a 26. Como anécdota, Corella nos informa que hasta el siglo
XVII, según algunos testimonios escritos, el río se denominaba Guadarrama y que
sería más adelante cuando se bautiza como Manzanares. También nos dice que para
el repartimiento de los costes de las obras en el año 1644 pecharon multitud de
pueblos del entorno de la capital, ahora algunos barrios, como eran Canillejas,
Hortaleza, Alameda, Barajas, Carabanchel del Arriba, Pozuelo, Vicálvaro y otros
municipios como Paracuellos, Alcalá de Henares, Chinchón, Brunete, Mondéjar,
Escalona, Yepes u Ocaña entre otros muchos. La revista del viejo MOPU en su número
extraordinario 345 de julio-agosto de 1987 se ocupa del puente en el capítulo
dedicado a puentes del siglo XVIII a cargo de Carlos García Revuelta, páginas
112/128. En la ROP (Revista de Obras Públicas) hay artículos muy interesante y
documentados sobre el puente o bien, en inventarios de los puentes sobre el río
Manzanares de Madrid. El más antiguo es el del ingeniero Pedro Celestino
Espinosa en el año 1878, tomos 16, 17,21 y 22 donde aporta medidas: 9 arcos con
luces de 10,40 metros, ancho de tablero de 10 metros y altura desde arranque de
arcos hasta lecho río de 5 metros. Otro técnico que se fijó en la obra y nos la
detalla es Vicente Machimbarrena Gogorza en la ROP del año 1924, tomo 2417. Un
detallado estudio del puente nos lo ofrece Carlos Fernández Casado en la ROP
del año 1974, tomo 3113 con un gran despliegue fotográfico y pictórico del
mismo además de ser el estudio técnico más profundo de esta obra civil a mi
juicio. Recordar el detalle sobre el puente que se informa en el ‘Diccionario
Geográfico-Estadístico de España y sus posesiones de Ultramar”, obra dirigida
por Pascual Madoz Ibáñez y editada en Madrid en el año 1846, tomo X, voz
‘Madrid’ así como en el tomo XI, voz ‘Manzanares, río’, páginas 199/200. En el vademécum
titulado “Artistas cántabros de la Edad Moderna”, obra de varios autores
coordinados por María del Carmen González Echegaray, editada en 1991 por la
Institución Mazarrasa y la Universidad de Cantabria aparecen los nombres y
actividad de varios maestros de obra y canteros que actuaron en el puente entre
los siglos XVII y XVIII. La revista Arquitectura, número 258 del año 1986
presenta un trabajo muy técnico sobre el puente por parte del arquitecto Javier
Bellosillo Amunátegui en colaboración con B.W. Balluffi, M. Matoses y L. Prat
Rodrigo. Existe un interesante PDF de ‘Memoria Histórica de Madrid’ que hace
referencia al Plan Especial del río Manzanares-Madrid Rio con gran detalle de
planos y fotografías del Puente de Toledo. Por lo que respecta a internet,
existen variadas sites donde se trabaja en profundidad esta obra civil y
su historia entre las que destacan ‘Memoria de Madrid’, 'Madridfilmoffice',‘Es Madrid’o 'Patrimonio y Paisaje’, por citar unas pocas. En la web de COAM se
informa sobre muchos de los actores que intervienen en el histórico puente. La
web de Carreteros hace un buen estudio crítico sobre el impacto sobre el puente
del soterramiento de la M-30. El Ayuntamiento tiene una web para Madrid-Río con información sobre los jardines junto al puente. En prensa destacan algunos artículos al respecto
como el de El País en fecha 06-12-2005 o ABC separata de fecha 09/15-10-2006.
La Wikipedia tiene voz propia para este puente. La aplicación de Google Street
View nos permite un recorrido visual por algún sector del puente como puede ser
el tablero y rampas de descenso a orillas así como fotos del puente de
diferentes autores.
Se sigue cierto orden cronológico en la exposición gráfica.
Dibujos originales del puente según traza del propio Pedro de Ribera, probablemente realizados hacia el año 1719 según nos informa Carlos Fernández Casado en su trabajo sobre el puente publicado en la ROP del año 1974.
Trabajo académico para la RABASF (Real Academia de Bellas Antes de San Fernando) realizado por Hermenegildo Víctor Ugarte Gascón en el año 1756, posterior al levantamiento de la obra civil. Gran detalle en los dibujos de un arco, el templete, tajamares y pináculo así como un alzado total del puente. Se exhibe en la web de la propia academia y en la Biblioteca Nacional.
Imagen del puente datada en el año 1901 sin más datos que se exhibe en el panel informativo junto a esta obra civil.
Paisaje idealizado con el puente en primer término según aguafuerte realizado en el año 1917 por el hostelero, pintor y artista Agustín Lhardy Garrigues (1848/1918) que se conserva en la Biblioteca Nacional.
Buenos dibujos y fotografías de la decoración barroca del puente. Se publicaron en la revista 'Publicaciones Artísticas' según autoría de M. Beyes en 1918. Los reproduce Carlos Fernández Casado en su trabajo sobre el puente para la ROP del año 1974.
Interesantes dibujos de alzado, planta y sección del tablero del puente así como detalles del arco central y casalicios probablemente realizados entre 1926 y 1927 por el ingeniero José María Torroja Miret para la Sociedad Estereográfica Española. Los expone Carlos Fernández Casado en su trabajo sobre el puente para la ROP de septiembre de 1947. Los dibujos de la última toma se corresponden con lo expuesto en Publicaciones Artísticas por M. Bayes en 1918 y a la derecha, en la revista Arquitectura de enero de 1927 cuyo autor es Arizmendi.
Fotografías del puente probablemente realizadas por el ingeniero Carlos Fernández Casado en 1974 para su trabajo sobre el puente publicado en la ROP del mismo año, mes de septiembre, número 3113.
Interesante toma cenital del entorno del puente de fecha 03.06.2005 que publicó el diario ABC con fotografía de José María Barroso. Se observan los carriles de la M-30 en ambos sentidos que transitaban bajo dos a dos arcos del monumental puente, unos meses antes de iniciarse las obras del soterramiento de la autovía.
Interesante imagen del puente cuando se acabaron las obras de soterramiento de la M-30 y la plataforma aneja al puente empieza a ajardinarse. Puede que la toma se realizada en los años 2007/2008 aunque desconozco datos y autor.
Tanda de fotos de fecha 09.09.2024 en secuencia consecutiva desde aguas arriba del puente, aguas abajo, intradós, tablero, cauce, entorno y cartelería.
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