viernes, 4 de diciembre de 2020

PUENTE VIEJO SOBRE EL RÍO BURBIA. Villafranca del Bierzo

 PUENTE VIEJO SOBRE EL RÍO BURBIA
VILLAFRANCA DEL BIERZO. León
N-VI PK 406,500  A-6 PK 407

En la entrada para este blog del Puente Viejo sobre el río Valcarce de esta localidad ya se intenta explicar la importancia en las comunicaciones que representaba el lanzamiento de puentes en este punto para trayectos entre Galicia y la Meseta. También se apuntaban los diferentes periplos que seguían las calzadas y caminos de origen autóctono o romano en la zona y las dificultades para sortear los cañones o depresiones de los ríos locales ya fuere el Valcarce, el Burbia o el propio Sil.

No obstante y como se comenta en otras vías y puentes históricos del blog, la certeza de que una estructura concreta se encontrara en una vía de origen romano no implica que la obra civil levantada y que pudiera subsistir en la actualidad tuviera que ser de modelo o impronta romana o incluso que parte de su estructura, especialmente basamentos o arranques de pilas, se pudieran datar o adjudicar a aquellas épocas. Así, para el caso de este puente, no encontramos testimonios escritos que nos aseguren un origen romano -ni siquiera para una obra civil en madera- por lo que en virtud de su variadísima fábrica, rectificaciones e intervenciones a lo largo de los siglos, a lo más que se podría llegar es a que se trata de una estructura de posible origen bajomedieval. No comparto la opinión de algunos expertos que adjudican elementos o piezas de los arranques de pilas a la huella romana e incluso es complicado datar o afirmar el propio origen de las pilas actuales, estribos, lienzos de muros o incluso las bóvedas con arcos de medio punto como pertenecientes al Medievo.

En cuanto a los testimonios fidedignos que nos han llegado al respecto son tan difusos y hasta contradictorios que cuesta adjudicar determinados reparos, arreglos o modificaciones de la obra a alguna época concreta o a técnicos determinados porque aportan datos muy generales ya que se citan varios puentes o presupuestos y se refieren a la presencia de maestros de obra o arquitectos como inspectores de los daños de los puentes sin determinar su actuación como ejecutores o directores de obra. Este problema de obras en conjunto ya lo pusimos de manifiesto en los puentes de Ponferrada donde era habitual que se acometieran las intervenciones de obras perjudicadas o arruinadas en lotes  que se presupuestaban juntas e incluso con variedad en orden a su ejecución y alarifes intervinientes como es el caso del Puente del Mascarón o el del Puente Viejo, ambos en la ciudad citada.

Retrotrayéndonos a épocas oscuras relacionadas con este punto geográfico cabe pensar en que sobre la vieja vía romana que pasando por aquí seguía un periplo hacia Galicia o el acceso marítimo al NW peninsular debería necesariamente sortear el curso del río Burbia por estos lares. La mayoría de las veces estas dificultades se sorteaban con la construcción de pontones de madera más o menos efímeros que se utilizaban cuando había cauces más o menos gruesos en el río y el mayor tiempo posible por medio de buenos vados naturales debidamente empedrados y con buen mantenimiento por donde se cruzaba este río la mayor parte del año, especialmente en estiajes prolongados. Imagino que los romanos, expertos en vadear cauces, dispondrían de buenas obras para cruzar este río de poco caudal durante gran parte del año y en todo caso, acoplaría sobre el lecho de éste alguna pila de sillería donde apoyarían algunos tableros para cruzar los puntos más profundos de este caudal. Quizás, la dificultad surgió cuando debido a algunas avenidas verdaderamente agresivas, se acentuó el cañón por donde discurre el río en esta zona con desprendimientos de taludes en ambas orillas lo que originó que, independientemente de su menor caudal ordinario, el camino o vía fuera menos practicable para los usuarios habituales, especialmente carretas y ganados. Era necesario elevar la cota de cualquier estructura que intentara superarse sobre cauce y taludes anejos. No tenemos datos sobre posibles intervenciones medievales en esta obra pero parece plausible que fuera el momento para construir una obra más sólida. Se sabe que en los siglos XII al XV existía un pontazgo o portazgo para el acceso a la villa por parte de viajeros, ganaderos y comerciantes. Estos controles y sus arbitrios los administraba el noble del lugar que pertenecía a la casa del marquesado de Villafranca, ya fuere las familias Osorio-Pimentel o más adelante los Álvarez de Toledo. Estos onerosos pontazgos se cobraban desde la aparición del Feudalismo y en todo caso, fueron atenuados o suavizados a finales del siglo XV cuando los Reyes Católicos dictaron algunas normas para puentes y caminos incidiendo en que el mantenimiento de estas estructuras era obligación de los propios beneficiarios, normalmente la clase nobiliaria aunque otros muchos eran incumbencia del clero. En este caso concreto la obligación de reparos y mantenimiento del puente debería ser por cuenta de los marqueses de Villafranca. Suponemos que a finales del siglo XV ya existía la obra medieval, levantada tal vez en el siglo XIV pero que iba deteriorándose con el tiempo. Las exigencias a este noble que explotaba su paso eran frecuentes y a lo más que se llegaba era a que determinados reparos se efectuaran con maderamen, cosa por demás muy habitual en toda la pontonería peninsular ya que importantes pasos que tenían algunas bóvedas colapsadas permanecían en uso hasta siglos con estos remiendos, más o menos sólidos. Siguiendo al historiador Cadiñanos Bardeci parece ser que en esta obra, predominaban los elementos de madera hasta el siglo XVIII según apunta por testimonios escritos de época (AHN, legajo 90949 y 1380 así como actas depositadas en el ARABASF, comisión arquitectura número 14 del año 1728).

Otras fuentes que desechan la autoría romana de esta obra se recogen en el texto del “Catálogo de puentes de León anteriores a 1936” incluso poniendo en duda las opiniones al respecto del estudio de Antonio Blázquez et al. en el trabajo “Vías romanas de Bergido a Asturica Augusta” y otras investigaciones al respecto. En este catálogo y con cierta convicción se habla de la repoblación de estos territorios por elementos francos durante la expansión del reinado de Alfonso VI de León a lo largo del siglo XI, la existencia de un pontazgo aquí y algunos nobles beneficiarios de estas gabelas como era la propia reina Urraca I de León, hija y heredera del anterior. También aparece como subsidiario de este beneficio el cercano monasterio benedictino de Santa María de Carracedo, edificio probablemente levantado en el siglo XI y siguientes y que conserva lienzos de fábrica de sillería y mampostería de piedra arenisca -quizás granitos- muy semejantes en su factura a otros restos de nuestro puente, hipótesis que indicaría que algunos maestros de obra o alarifes del monasterio pudieron haber dejado también su huella en esta estructura pontonera. Continuando en el tiempo cronológico según este catálogo, el dudoso puente romano sería deteriorado en las sucesivas avenidas sustituyéndose o parcheándose partes del puente medieval con nuevos aportes, especialmente los correspondientes a las dos bóvedas sobre cauce y subsistiendo las dos menores de arcos ojivales. Una rehabilitación tendría lugar, como ya se ha indicado, en tiempos de los Reyes Católicos hacia el año 1500 coincidiendo con la Cédula Real emitida para reparación de puentes y caminos circunscribiéndose al itinerario entre Villafranca y el Cebrero (Memorias del antiguo monasterio de Carracedo, BRAH, sig. 0-3. Vázquez de Parga, Lacarra, Uría y Madrazo, tomo II, páginas 68-69). Se observa una laguna historiográfica sobre el tema hasta el siglo XVIII. Tras las violentas riadas producidas en estos cauces hacia el año 1712 se estudian con lentitud soluciones para este puente en parte debido a los propios intereses del administrador y beneficiario de los pontazgos cobrados -marqueses de Villafranca- que no quería hacer desembolsos para la reparación de la obra, salvo arreglos en los maderámenes y en todo caso, la reposición de un barca-puente que pondría en servicio para el cruce del río cuando había caudales elevados. Aquellos daños de la riada en el puente parece que fueron inspeccionados por los maestros canteros Romualdo de la Iglesia y Juan Lorenzo con un levantamiento de planos efectuado en 1736 donde se intenta reconstruir los dos arcos sobre lecho del río y aunque las obras no se iniciaron entonces, parece plausible que se considerara su proyecto en la actuación final dada la similitud de la solución llevada a cabo posteriormente. Esta inspección de Iglesia y Lorenzo apuntaba a que era necesario construir de nuevo la bóveda mayor, muy arrasada, y rehabilitación del arco contiguo así como la barbacana aneja que protegía un talud evaluándose esta intervención en 118.000.- reales de vellón. Siguiendo un orden cronológico y a raíz de la mejora de los caminos a Galicia -ascenso del puerto de Pedrafita- según Real Decreto del año 1761 y al inicio del reinado de Carlos III se reanudan las gestiones sobre la reconstrucción de esta estructura (AHN, cons. legajo 1380, exp. 28) aclarando que la intervención se haga sobre las dos bóvedas del cauce a construir en sillería perfecta y situadas como prolongación de los bovedillas ojivales medievales de su cabecera izquierda. Ya en el año 1750 lo visitó el cantero Benito Rioboo -que trabajaba en el puente sobre el río Valcarce de esta villa- y advertía la necesidad de que se reconstruyera en piedra, obviando que hasta entonces los parcheados de la estructura debía de ser de madera, quizás tableros y alguna pila intermedia. Probablemente así se mantendría hasta el real decreto mencionado. Puede que esta reconstrucción definitiva arrancara en 1771 y hay referencias de que en 1783 existen nuevos reconocimientos de daños por parte del arquitecto de la RABASF Antonio Cándido García que evaluó estos desastres conjuntos en puentes y caminos de Villafranca en 476.235.- reales de vellón, considerando que las actuaciones más urgentes se llevarían un monto de 78.556.- reales.

De la impronta y robustez del puente fueron dando cuenta diferentes viajeros e incluso reyes que visitaron la villa y cruzaron esta obra desde finales del Renacimiento hasta tiempos barrocos y cabe señalar a Hermann Künig von Vach en 1495, monje alemán que escribió una famosa guía del peregrino a Santiago. También se fijó en esta obra el monje Claude de Bronseval cuando en 1532 escribe sus observación en el viaje a España con motivo del capítulo general de la orden del Cister, donde acudió acompañando al abad de su monasterio. Se tiene constancia que Felipe II pernoctó en la villa y cruzó el robusto puente camino de Galicia en el año 1554. Más adelante, el clérigo borgoñés Domenico Laffi lo cita hacia el año 1670 en uno de sus libros donde compila sus variados periplos a Santiago y que titula “Viaggio in Ponente a San Giacomo di Galitia” obra publicada en Italia en 1673. Bien es cierto que algunas de estas referencias no son claras en cuanto al estado de nuestro puente que bien pudiera encontrarse con algunos parches pero sin duda, era paso franco hacia el NW y debía de encontrarse en uso con su vetusta fábrica de origen medieval. Ya en el siglo XVIII los viajeros, políticos o funcionarios que acceden a la villa y cruzan nuestro puente suelen hacer referencia a la nueva fábrica como es el caso de Gaspar Melchor de Jovellanos en 1792 cuyas impresiones, correspondencia y otros informes compiló en sus Memorias entre 1790-1801. El hispanista Richard Ford lo visitó entre 1830 y 1834 según relata en su popular libro de viajes titulado “Manual para viajeros por España y lectores en casa”, obra publicada en 1844. Otro viajero inglés que pasó por estos lares y hace referencias a la villa, su río y puentes es George Henry Borrow, divulgador de la biblia protestante que permaneció en España entre los años 1835 y 1840 y soportó el conflicto civil de la I Guerra Carlista. Obviamente, en este país de acusada raigambre católica no era fácil difundir el protestantismo e incluso sufrió cárcel por su proselitismo pero eso no le impidió imitar a Richard Ford escribiendo una obra literaria viajera a la que tituló “The Bible in Spain”, editada en 1843. Entre los españoles decimonónicos que se fijan en nuestro puente figura Pascual Madoz Ibáñez o sus colaboradores para el Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico, tomo XVI, editado en Madrid en 1846 donde se describe “magnífico puente de piedra que da paso a la carretera general de 12 pies de ancho y 323 de largo…”. Semejantes referencias se pueden leer en el famoso libro de viajes de Emilio Valverde Álvarez titulado “Guía del viajero por el Antiguo Reino de León”, obra editada en el año 1886. Otros tratados de obras públicas o militares que lo citan son el “Itinerario descriptivo militar  de España, publicado en 1923 o las Memorias de Carreteras del propio Ministerio de Fomento del año 1883.

Con la llegada de los tiempos modernos y motorizados que sembraban nuestras carreteras de artefactos con ruedas de todo tipo movidos con motores de explosión, nuestro puente y otros cientos de ellos verdaderamente históricos que subsistían por toda nuestra geografía nacional pues fueron drásticamente modificados a beneficio de la fluidez de tráficos, cierta seguridad en la conducción y otras circunstancias. Se desmontaron los arcos conmemorativos de entrada a estos puentes, se eliminaron las torres de vigilancia y pontazgo que tenían muchas estructuras medievales, se ensancharon muchos tableros, modificando la obra y eliminando históricos y bellos pretiles de buena fábrica así como otras características originales de gran parte de la pontonería catalogada después como histórica o monumental. En el caso de nuestra obra civil, bella y ciertamente de interés histórico o patrimonial se procedió de manera parecida a la de otras drásticas modificaciones aunque en este caso y por su situación con respecto a cauce y vías de acceso la solución quizás, fue novedosa y eficiente aunque sin duda, incómoda y perniciosa para un bien patrimonial que ya era monumento de interés a principios del siglo XX.

La angostura de sus cabeceras y tablero para el parque automovilístico y los movimientos circulatorios entre la Meseta y Galicia eran un problema añadido en el cruce de este paso y por aquellas fechas, en vez de construir un nuevo puente aguas abajo de este punto, como se haría años más tarde para la propia carretera nacional, se aprobó una solución novedosa e interesante aunque como decía, perjudicial para la impronta original de la estructura. Debido a que la vía medieval que cruzaba la villa y se dirigía a este camino era verdaderamente estrecha y con gran pendiente, se diseña una nueva cabecera para la margen izquierda donde confluye el viejo camino y uno nuevo construido perpendicular al cauce, más ancho y que aunque en ángulo de 90º con respecto al viejo tablero, permitía el cruce del puente sin tantos agobios. Esta modificación es proyecto del ingeniero Manuel Díz Bercedóniz según planos del año 1901. Las obras se adjudicaron a la firma Compañía de Construcciones Hidráulicas y Civiles, especializada en estructuras de hormigón armado y que dirigía el prestigioso técnico y docente José Eugenio Ribera Dutaste. Se iniciaron en el año 1903 y la obra se concluye en 1908 con las pruebas de carga que se realizaron entre los días 10 y 14 del mes de octubre. La inspección de obra, quizás como director por ser ingeniero de la demarcación de León, la llevó a cabo Francisco Larrañeta.

Aunque el proyecto es de Diz, por aquellas fechas, Jefe de la demarcación de carreteras de León y diseñador de otros puentes interesantes en esta provincia, las características técnicas y materiales de esta obra son muy semejantes a otras innovaciones que Ribera llevó unos años después a sus trabajos en Marruecos o incluso a las características del discreto Puente sobre el río Perales en la Comunidad de Madrid, tipología que podríamos definir como de fase arcaica en la construcción con hormigón armado y que se distingue por estos apoyos de pilas en palizadas, ciertamente discretos o incluso feos pero muy económicos y de fácil realización. Como decía, solución más que controvertida ya que el nuevo viaducto se empotra sobre la tercera bóveda de la obra medieval distorsionando su impronta y ocluyendo el resto del puente en ese lado que ha quedado en la actualidad como mero y cutre almacén de materiales y residuos de todo tipo.

Para adaptar la nueva entrada al puente se modificó el itinerario de esta villa en su periplo hacia Galicia canalizándolo por la Plaza Mayor y San Nicolás, bordeando la Colegiata para embocar con su cabecera izquierda (visión desde aguas arriba). En la actualidad se trata de un puente más bien local ya que en los años 70/80 se diseña la variante de esta radial y se levanta un puente nuevo aguas abajo que soporta los tráficos ordinarios, independientemente de que ahora la mayoría de estos se canalicen por la autovía A-6, prácticamente pegada a la vieja nacional N-VI.

Este viaducto de principios de siglo habrá tenido algunas intervenciones de mantenimiento o afianzamiento, especialmente el encintado de las pilas de mampostería con perfiles de acero y saneamiento de los hormigones. En el año 2014 se procedió a la última actuación del puente viejo que consistió en mejora del tablero, adaptación de aceras, empedrado de la calzada con adoquín, sustitución de algunas barandillas, incorporación de semáforos para su cruce y otras medidas de seguridad en una obra adjudicada a la empresa Construcciones y Movimientos de Tierra, S.A. (CYMOTSA) cuyo presupuesto ascendió a 112.000.- euros.

Características actuales de la obra. Al tratarse de una obra mixta cabe considerar las medidas del puente viejo u original que tiene aproximadamente 80 metros de longitud incluyendo estribos y rampa antigua de cabecera izquierda, ahora con escalinatas y la estructura o viaducto de hormigón en rampa cuya longitud es de 90 metros desde arranques hasta la unión con el tablero antiguo (104 metros según la ROP). Su anchura varían también según veremos. La obra vieja disponía originariamente de un ancho de 4,25 metros coincidente con la profundidad de bóvedas y que también es una característica que evidencia la lejanía con los modelos romanos que solían disponer de tableros más anchos. Descontado el ancho de pretiles quedaba una calzada libre de 3,15 metros, según algunos autores. Tras la incorporación de un nuevo tablero de hormigón se consigue llegar a los 6,35 metros de los que 4,25 son para calzada y un par de aceras de un metro de ancho cada una, aproximadamente. Este ensanche genera vuelos en ambos cantos del tablero que apoyan en las cabezas de las vigas transversales de hormigón que se incorporaron al tablero y que hacen de ménsulas. Dispone de 4 vanos de geometría desigual dos a dos. Sus luces son en visión de aguas arriba y desde orilla izquierda de 7,30+10,80+9,60+20,80 metros. Los del extremo o cabecera izquierda se montan con arcos ojivales de buena ejecución que son vestigios del posible puente original medieval y los otros dos, habitualmente en cauce, se construyen con arcos de medio punto, construidos sobre la base de bóvedas antiguas renacentistas o barrocas reconstruidas como se ha dicho, en las últimas décadas del siglo XVIII cuando se van imponiendo las obras clasicistas en nuestro país aunque respetando cierta impronta de tiempos anteriores y gran parte de la fábrica en sillería que se reutiliza para terminar el puente. El arco principal es soberbio de importante luz para los tiempos en que se reconstruye; tiene una flecha desde imposta hasta lámina de aguas de 13 metros mientras que el menor no llega a 2,70 metros de flecha probablemente debido a las colmataciones u oclusiones de arenas y lodos a lo largo del tiempo y a la intervención humana que utiliza su bóveda prácticamente como almacén, al igual que ocurre con la otra bóveda ojival aneja.

Los apoyos extremos de esta obra se producen en su cabecera derecha por medio de un estribo amplio y grueso asociado a defensas de sillería y mampostería de piedra que actúan como manguardias o baluartes en muros y sirven para abocinar la entrada al puente en superficie; en el extremo izquierdo -poco evidente- se puede considerar un largo muro de acompañamiento donde se ubican las bóvedas ojivales y un terraplén hasta la rasante del viejo camino que es perpendicular a la calle de Zamora en esta villa. Dispone de dos pilas intermedias muy gruesas cuyo anchura es de 9+7,05 metros. En aguas arriba se protegen con tajamares de sección rectangular el que precisamente se anexa al nuevo tablero de hormigón y el menor o más central es de sección ahusada. En aguas abajo también dispone de espolones de sección rectangular con la misma anchura que las pilas. En todos los casos, se llega hasta la rasante del tablero creando amplios descansaderos.

En lo que ahora podemos observar de su fábrica cabe diferencias los lienzos de mampostería de pizarra y esquistos muy homogéneos en el estribo y bóvedas ojivales de buena traza, muy aglutinadas las piezas en morteros antiguos de cal y denotando su propia antigüedad. Bóvedas de arcos ojivales de buena geometría con intradós muy firme quizás debido a alguna reciente intervención de consolidación y boquillas donde se observa una disposición del dovelaje bien ejecutada también con piedra esquistosa donde se insertan piezas de unos 90 centímetros de alto y variado tizón para mejorar su imbricación. En el resto de la estructura que afecta a la pila-estribo izquierda, la pila central, zonas de arranques, tímpanos o bóvedas cabe diferencias dos tipos de aparejo. En general, las zonas bajas se conforman con sillería de excelente volumen, escuadría y talla de cara vista lisa, buena disposición de las hiladas -probablemente reconstruidas- ajustándolas a piezas de diferente encintado pero plenamente horizontales. Tratándose de granitos con cierto tonos dorados de granulometría entiendo que dura y compacta sí se aprecia diferente desgaste en muchas de las piezas, bastantes de ellas con las aristas erosionadas por viento y humedad que podrían recordar a la sillería romana, suposición que aporto debido a que existen varios autores que apuntan la posibilidad de un origen romano de la estructura. Bien es cierto que, independientemente de la dureza de esta roca granitoide, la meteorización o degradación de estos sillares, tras dos mil años acoplados a estos muros, deberían de encontrarse más patente (si fueran romanos) como apreciamos en otros puentes de indudable factura imperial. En el Medievo se siguió trabando en cantería con piezas de larga soga, bien canteadas, semejante al opus quadratum isodomo romano de 3 pies de soga, aproximadamente un metro y que se observan en esta estructura, perfectamente colocadas y aparentemente en seco pero, como ya comentaba, parece una recolocación en las basas y arranques de la obra que se harían en la reconstrucción del siglo XVIII. Tras estas hiladas de sillería espléndida y en altura se van conformando los lienzos de mampostería irregular de pizarras, esquistos, cuarcitas de canto rodado con la salvedad de que en el tajamar ahusado predomina sillería tosca y sillarejo en hiladas bastante irregulares. En general, las esquinas de muros y pilas se protegen con aristones de mejor factura.

La otra obra de interés se corresponde con las bóvedas de medio punto donde predomina un dovelaje armónico, de buena talla y colocación en piezas semejantes contrapeando la soga y tizón para mejor trabazón de cada rosca y también dispuestas en seco porque no se observan líneas de mortero. Exteriormente, las boquillas presentan piezas de hasta 1 metro de altura, bien colocadas y marcando la geometría perfecta del arco con dovelas emparejadas a dos alturas que aportan un punto decorativo a las arcadas. La modificación del tablero hace que la clave de la bóveda mayor quede un poco disminuida, subsumida en la teórica imposta del propio tablero. Entiendo que la mayor flecha otorgada a este arco en la reforma del siglo XVIII sirve para corregir el acentuado perfil del tablero en lomo de asno aunque cierto es que ahora es más suavizado, sin conseguir la plena horizontalidad.

En cubierta y tras la reforma del año 2014 queda la calzada de doble sentido alternativo que se regula por semáforos con firma de adoquín, unas biondas tubulares de protección, las amplias aceras para paseantes y peregrinos y los petos a base de barandillas -presuntamente originales de la intervención de 1908- de bella forma en hierro forjado que se van empotrando en las impostas de hormigón y se ensanchan sobre zonas de pilas creando miradores. Quizás, los restos de pretiles de mampostería junto a cabecera derecha pudieran ser también originales de la obra del siglo XVIII. El paso dispone de iluminación por medio de varias farolas de estilo isabelino.  

El viaducto diseñado por Manuel Diz Bercedóniz tiene una longitud aproximada de 114,40 metros, un ancho regular de 6,60 metros, una pendiente del 3% y una curvatura en su unión con el puente de 16,50º. Dispone de 17 vanos de 6 metros de luz cada uno. Los apoyos, además del estribo en el inicio del terraplén se producen en dos gruesas pilas intermedias (realmente existen tres tramos en la estructura) de 1,50x1,65 metros de espesor en hormigón armado placado con mampostería ordinaria y cadenas de sillería en esquinas. Actualmente están embridadas con pletinas de acero para mayor seguridad. El resto de las pilas de componen de palizadas de 5 fustes de hormigón armado arriostrados en su zona central y en cabeceras con traviesas del mismo material que se rematan con escuadras para conseguir mayor armonía en la estructura. Dado que el tratamiento es de terraplén estas palizadas varían en altura que oscila entre los 6,95 y 4,30 metros. Se acentúa esa posible decoración achafranando las aristas de estos fustes. En cubierta se adapta la calzada que permitiría circulación doble aunque no es el caso por la incorporación de semáforos y amplias aceras en ambos bordes. Las barandillas originales, semejantes a los tramos del puente viejo se han sustituido por otros en acero que simulan el hierro forjado.

Como ya se ha indicado, Diz Bercedóniz, como jefe de la demarcación de carreteras de León, adjudica estas obras a la empresa de Ribera, que empezaba a utilizar el hormigón armado con cementos portland en sus nuevas estructuras siguiendo el sistema patentado por François Hennebique en 1886. Manuel Diz, de la promoción de 1881 era un ingeniero mayor y más experimentado que el propio Ribera que además, por aquellas fechas ya no era un funcionario pues se había establecido por su cuenta pero sin embargo estudio en profundidad las características del hormigón armado con profusión de ecuaciones y cálculos de resistencias, ya fuera en las patentes de Hennebique como en las de que aconsejaba Considère, ingeniero-jefe de puentes y caminos de la administración francesa. Gran convencido de la aplicación del hormigón armado, proyectó diversas estructuras por el territorio leonés e incluso actuó junto a su colega José María Rodríguez Balbuena en algunos proyectos como el Puente metálico sobre el río Órbigo en Carrizo de la Ribera donde de nuevo adjudica como jefe provincial de carreteras a la constructora de José Eugenio Ribera la ampliación del mismo con pilas y vigas en hormigón armado, actuación que bien pudo realizarse al tiempo que la de Villafranca, en el año 1908.

Lo cierto es que la solución del puente en Villafranca del Bierzo -quizás no entonces- es controvertida porque ha desfigurado la genuina impronta de una estructura medieval con visos de renacentista aunque se reconstruyera en el siglo XVIII y algunas excusas del propio Diz en sus artículos para la ROP no son creíbles, especialmente la de economía de medios y bajo presupuesto. Ya en aquellos momentos se debió de construir la variante y su flamante puente nuevo aguas abajo de esta obra monumental e interesante. En pleno siglo XXI y teniendo en cuenta que Villafranca intenta reconvertirse en villa medieval con el plus de que es un buen centro de hospitalidad para el Camino de Santiago, convendría revertir este curioso puente mixto y retrotraerlo a su imagen más antigua y original, quizás como paso peatonal de paisanos, turistas y sobre todo, peregrinos. Al fin y al cabo, la actuación en hormigón armado es reversible y parece factible llevar el puente a su estado original. El debate se centraría en la conveniencia o no de destruir la obra de Díz y Ribera de gran interés constructivo para los estudiosos de la implantación del hormigón armado en nuestro país. Yo opino que no, que se debería desmontar cuidadosamente y aprovechando las grandes terrazas fluviales aguas debajo de este punto, quizás cerca del propio puente de hormigón de la nacional N-VI (también de cierto interés) volver a reinstalarlo con intención de que se pudiera utilizarse como rampa y acceso a un mirador desde el que se podrían contemplar diferentes vistas y estructuras pontoneras de la villa. Esta obra en hormigón no deja de ser un terraplén y un mirador que podría seguir siendo útil y supondría la posibilidad de observar dos corrientes habituales en el desarrollo de hormigones, por un lado éste, donde predomina la horizontalidad en vigas y tableros contrastando con las posteriores formas a las que se adaptan estos hormigones para bóvedas curvas de grandes luces y pilas de cantos redondeados como es el caso del digno puente que da servicio a la N-VI. Llevar el viejo puente a su estado original conlleva la recuperación en la estructura de los primitivos arcos ojivales, ahora invisibles y maltratados. Parece incomprensible que es estos tiempos todavía exista cierta dejadez de funciones en las diferentes administraciones que han permitido que tanto el terraplén como parte del puente antiguo se haya convertido en un puro almacén de cutreces, incluso la invasión particular en zonas de dominio público como son las lindes de un cauce donde cabría incluir también la invasión por viviendas, porches o jardines en la cabecera derecha del puente, donde se podría descubrir parte de la fábrica original en paredones o aletas de estribo quizás también medievales y que ayudarían a remarcan la impronta absoluta de este viejo puente que es un auténtico monumento de obra civil que la propia villa debería exhibir con orgullo.

Entiendo que su mantenimiento parece adecuado tras la intervención del año 2014 con las salvedades comentadas anteriormente. No existen señales de dirección hacia este monumento ni tampoco paneles informativos sobre su complicada historia y vicisitudes, incluyendo la reforma en hormigón armado. No obstante, la intención de asociar la obra al visitante parece acertada al crear zonas de esparcimiento, jardines y otras áreas de descanso a lo largo del cauce que conjugan el paisaje natural con estas estructuras pontoneras.

Para saber más. Consultar el trabajo de Inocencio Cadiñanos Bardeci titulado “Puentes de León en la Edad Moderna”, editado por la Revista Tierras de León, número 113 del año 2001. También lo trata en detalle el  "Catálogo de puentes de León anteriores a 1936", obra auspiciada por José Antonio Fernández Ordoñez a través de su cátedra de Estética de la Ingeniería en la ETSICCP de la UPM donde coordinaron esta trabajo Tomás Abad Balboa y Pilar Chías Navarro con la inestimable colaboración de un nutrido grupo de estudiantes de la Escuela, destacando en los referente a las obras civiles de León durante los años 1984 y 1988 Carmen Andrés, Rafael Castejón, Pablo Otaola, Julio Suances, Consolación Pérez Alda y Ana San Salvador del Valle Zarrabeitia, libro editado por el CICCP y CEDEX en 1988. En la revista del Ministerio de Fomento número 685 especial de julio-agosto de 2.018 y con motivo de los Premios Nacionales de la Ingeniería Civil, el historiador de puentes Luis Solera Selvi  se ocupó de la obra y semblanza de José Antonio Fernández Ordoñez o JAFO -como se le conocía popularmente- con un artículo al respecto publicado en las páginas 32 a 39 donde se pone de relieve su labor como ingeniero así como la de divulgador de la pontonería histórica. Otro trabajo interesante con referencias a nuestro puente es el titulado “Historia de las obras públicas en Castilla y León. Ingeniería, Territorio y Patrimonio, Capítulo VIII, Caminos y puentes de Castilla y León” obra de los anteriormente citados Abad y Chías, editado en 2008 por el CICCP-Demarcación de Castilla y León y por la Cámara de Contratistas de Castilla y León. Entre los tratados geográficos o libros de viajes destaca el de Pascual Madoz Ibáñez titulado “Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España”, editada en el año 1856 en Madrid, tomo XVI, páginas 134/141 con gran detalle de la población y referencias breves a sus puentes. Otros tratados al  respecto son “Los diarios de Gaspar Melchor de Jovellanos” o “El manual para viajeros por León” de Richard Ford publicado en 1845. La presencia de Villafranca en la serie de caminos de origen romano se documenta en los trabajos de Isaac Moreno Gallo (Traianvs) entre los que figura “Vía romana de Asturica Augusta- Lucus Augusta y la de Bergido (Cacabelos) a Uttaris (Ruitelan) y Lucus Augusta (Lugo), según edición de la propia Junta de Castilla y León en convenio con la Unión Europea y otros organismos públicos. Respecto a esta histórica comarca cabe consultar un buen artículo de Miguel Ángel García González titulado “Historia del Bierzo”, editado por Diario de León y el Instituto de Estudios Bercianos donde se alude con frecuencia a esta villa y se apunta que El Bierzo fue provincia española en 1822 con su capitalidad precisamente en Villafranca. Los camineros o aficionados a la carretería pueden leer un viejo artículo de la N-VI a su paso por esta zona y la acometida de sus difíciles puertos en la revista Tráfico, sección “Kilómetro a Kilómetro” cuya pieza se titula “Peregrinaje hacia Galicia”, páginas 29/32, obra quizás de los años 70 del siglo XX cuyo autor es Nono Hidalgo y el fotógrafo José Rubio. Respecto a la estructura en hormigón son determinantes las lecturas de 3 artículos de la ROP. Los del año 1902, tomo 41 y 43 donde Manuel Diz hace un gran estudio sobre las aplicaciones de este nuevo material constructivo incorporando datos de medidas y características de este viaducto así como otro artículo del año 1908, tomo 1731 donde se describe la obra y sus pruebas de carga al ponerlo en servicio. Es gratificante leer en la prensa un detallado estudio informativo sobre un puente, algo en general raro pero en el que Diario de León rompió esa inercia con un excelente trabajo del periodista o la periodista M.C. Cachafeiro para la edición de 30.09.2018 celebrando el 110º aniversario de la inauguración del viaducto tomando como fuentes los artículos de la ROP. Es de gran interés un artículo sobre otras obras de Ribera en el blog FCKestructural que dirige el ingeniero Javier Parrondo poniendo como ejemplo las palizadas que se construyeron en el citado puente de Aldea del Fresno. Puede resultar de interés un buen trabajo sobre la historia del hormigón armado y sus patentes escrito por Armando Valenzuela en la revista RITA número 3 de abril de 2015. En la red es relativamente fácil encontrar variadas sites que nos aporten información de esta obra y sobre todo, fotografías.

Cómo llegar. Esta villa se encuentra bajo la influencia de la autovía A-6 y la vieja nacional radial N-VI. El antiguo camino real cruzaba la población por su casco viejo utilizando los puentes históricos. En la actualidad la N-VI tiene una variante que tomaremos en su PK 406,500 para adentrarnos en la población. Si circulamos por la autovía deberemos dejarla en su PK 407 para continuar por la nacional y entrar en la villa. Para los carreteros o amantes de la caminería curiosos recomiendo la ruta de la calzada provincial LE-713 que partiendo de Ponferrada sigue por Camponarraya y Cacabelos para terminar en Villafranca del Bierzo, parte de cuyo itinerario es precisamente la vieja carretera nacional y/o camino real ahora reconvertida en provincial pero donde subsisten algunos mojones de la N-VI del Plan Peña y uno precioso de finales del siglo XIX en granito probablemente de época alfonsina o de la regencia de María Cristina ubicado junto a la rejería de la Colegiata de Santa María de Cluny. 

Se sigue cierto orden cronológico en la exposición gráfica. 



Planos de alzado y planta de una posible reconstrucción en dos de sus bóvedas proyectados por los  maestros de obra Romualdo de la Iglesia y Juan Lorenzo hacia el año 1736.


Sección de un mapa levantado por Tomás López editado en 1786 aunque probablemente con datos de sus cartógrafos de algunos años antes donde curiosamente el camino real de Cacabelos-Villafranca se rompe en esta población muy probablemente porque el puente sobre el río Burbia al que daba servicio esta calzada se encontraba colapsado, intransitable o sencillamente, se estaba reconstruyendo por aquellas fechas. Probablemente su cruce se realizaría por un vado natural o con barca-puente.



Imagen deficiente del puente en toma probablemente del año 1900/1902 antes del proyecto de modificación de la estructura. 

Dibujos de alzado y planta del puente original sin considerar el cuarto vano para el proyecto de modificación de la estructura. Probablemente levantados hacia el año 1902 según la ROP de aquel año.


Dibujos de la nueva estructura en alzado de la palizada, planta, secciones de pilas arriostradas, estribo y hasta detalle de las barandillas. Proyecto de Manuel Diz Bercedóniz del año 1902. 


Fotografía de la nueva estructura del puente probablemente en toma del año 1908 cuando se inauguró esta obra. Blog de villafrancadelbierzodigital. blospot.


Pruebas de carga en el nuevo tablero efectuadas entre los días 10 y 14 de octubre de 1908. Imagen difundida por el rotativo El Diario de León de aquellas fechas. 



Dos tomas del nuevo tablero y palizada que difundió la ROP en el año 1908 tomo 1731.


Montaje de dos tomas parciales que efectuó L.F. Romano en 1929/1930 y que se publicaron en la revista de la Asociación Centro Región Leonesa de Buenos Aires en su número 92 de fecha agosto-septiembre de 1930.

Toma del puente realizada a finales de los años 40 o principios de los 50 del siglo XX por el fotógrafo Honorato Puente Velilla (1892-1967) que está depositada en los archivos de la Biblioteca Digital de Castilla y León. 


Postal del puente comercializada en los años 50 del siglo XX.


Precioso dibujo del puente en alzado y planta con detalle de medidas probablemente realizado hacia el año 1982. Se exhibe en el libro "Catálogo de puentes de León anteriores a 1936" editado en el año 1988 por el CICCP y CEDEX. 







Serie de fotografías realizadas entre los años 1982/1984 que se exhiben en el libro titulado "Catálogo de puentes de León anteriores a 1936". 









Tomas de fecha 15.08.2013 con detalle del tablero, vieja cabecera y la nueva estructura. 


Una toma del puente desde aguas arriba en fecha 04.11.2014 que figura en la web elbierzodigital.
















































Escultura de chatarra en la terraza fluvial aguas arriba del puente con la estructura de hormigón al fondo. Es obra de Álvaro Cuadrillero y Luis Rodríguez y se llama La Pajarera. 

















Tanda de fotos de fecha 31.07.2017 donde se sigue cierto orden en las tomas empezando por la cara aguas arriba del puente, aguas abajo, palizada nueva de hormigón, estribos, tablero y cauce. 


Interesante y valioso hito kilométrico de distancias que se encuentra situado junto a la reja de la Colegiata de Santa María de Cluny. Corresponde al viejo Camino Real, posteriormente carretera radial N-VI. Distancias en kilómetros: A La Coruña, 197. A Lugo, 101. A Madrid, 410. Son diseños decimonónicos que empezaron a utilizarse tras la adopción del SMD (Sistema Métrico Decimal), bien a finales del reinado de Isabel II o bien durante la regencia de María Cristina acotando fechas entre 1860 y 1890. 




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