PEÑAFIEL. Valladolid
N-122 PK 308 y VA-101 PK 1,460
Entiendo que, más que en un cruce de caminos o incluso vías
de comunicación hacia el N, tanto este puente como otros análogos se pudieran
entender en una especie de línea de contención -o de expansión- que podría ser
la conocida como “del Duero” que por el E alcanzaba hasta Soria y por el W
llegaba a Valladolid, Zamora y las tierras lusitanas, más o menos lo que en la
caminería denominamos carretera nacional N-122 y que desde el Alto Medievo era
la limes de expansión hacia el S de los pueblos visigodos y autóctonos
que pretendía recuperar las tierras en dominio de los musulmanes. Era
importante a esos efectos crear un camino o vía E/W por donde mover tropas para
la defensa o ataque en la meseta castellana y que coincidía con la cuenca del
río Duero, independientemente de los procesos de asentamiento de poblaciones
cristianas en esta línea que consolidaban la reconquista. La anchura de este
río obligaba a la construcción de grandes puentes de los que nos quedan dignos
ejemplos y que siguiendo el sentido creciente de la citada calzada nacional
-desde Soria- pues serían los puentes de esta ciudad, los de El Burgo de Osma sobre el Ucero, San Esteban de Gormaz, Aranda de Duero, éste de Peñafiel, los de las Quintanillas,
Tudela de Duero, Valladolid sobre el Pisuerga, Tordesillas y Zamora, sabiendo
que dejo otros muchos de interés en el camino.
Al igual que ocurre con algunas de las obras citadas, su
origen es difuso pero parte de tiempos medievales pese a que algunos autores
prediquen la romanidad de alguna de estas estructuras. En general, por su
impronta original, la mayoría de ellos podríamos datarlos entre los siglos
XIII/XIV con raras excepciones. Lo que ocurre es que tras colapsos y drásticas
modificaciones, algunos presentan una tipología más cercana a la cultura
pontonera renacentista y otros a la barroca aunque con sólidos fundamentos de
obra original medieval bien por restos de sus vanos ojivales, el grueso de
pilas, anchura y falta de horizontalidad en el tablero y otros detalles no
menores como son refuerzos en pilas con tajamares/espolones de variada forma y
altura.
En el caso de Peñafiel, independientemente de su evolución
como lugar o pueblo desde el siglo X lo cierto es que toma forma como villa en
tiempos de Don Juan Manuel (1282/1348), poderoso noble de la época, señor de
Peñafiel, duque, príncipe de Villena y sobrino del rey Alfonso X. Pues será
desde entonces, con la pujanza y mercados de la villa, cuando se adecenta su
viejo paso sobre el Duero que hasta entonces, pudiera ser de madera o con
algunos apoyos en piedra a base de tableros y aprovechando gran parte del año
los vados naturales para salvar el magro cauce de los estiajes. De existir un
puente de piedra anterior no cabe duda de que se habría modificado y reparado
múltiples veces hasta llegar a algo parecido a lo que ahora contemplamos,
quizás un puente de tipología medieval de tránsito o bajo-medieval.
Entre los autores-especialistas de la obra pontonera destaca
Inocencio Cadiñanos como estudioso de la obra pero sin definirse sobre su
antigüedad al desconocerse testimonios escritos o referencias históricas sobre
el puente. Sus apuntes sobre la obra, al igual que la que hacen otros autores,
parten del siglo XVII, bien anotando avenidas que perjudicaron la obra así como
de maestros canteros y alarifes que de alguna forma, intervinieron en sus
rehabilitaciones o directamente, en su reconstrucción, modificando como es
obvio, cierta impronta medieval en la estructura. También existen dudas en
cuanto a algunos reparos o intervenciones ya que la historiografía al respecto
para el caso de Peñafiel se refiere a lotes o conjunto de obras por pujas y
subastas que en este caso, solían afectar a los puentes del Duero y del Duratón
sin grandes especificaciones ya fuere en obra como en costes por lo que no se
sabe con exactitud la profundidad de daños o rehabilitaciones en nuestro puente
concreto.
El historiador de puentes Aramburu-Zabala expresa la
referencia más antigua de esta obra relativa al año 1613 con la posible
reparación del puente por parte del maestro de obra Hernando del Hoyo con la
colaboración de Juan de Alvarado ya que residen en Peñafiel y son especialistas
en pontonería pues ya había reparado los importantes puentes de Valladolid y
Castrogonzalo. También nos da referencias escuetas de otra intervención en el
puente en el año 1619 (junto al del río Duratón) y nuevamente nos cuenta que en
el año 1649 nuestro puente se encontraba arruinado. Para el caso, Cadiñanos
parece más preciso y nos cuenta que para los arreglos conjuntos del año 1619 se
efectúa una inspección en 1620 por parte de los maestros de obra Juan Gutiérrez
del Pozo y Simón Muñoz como al parecer, consta en los archivos (AGSRCS
10-12-1620). Más adelante, será el maestro Agustín de Zorlado Rivas en fecha
31-01-1674 quién remató la puja por hacerse con obras de reparos en el puente
(AHRC, leg. 1168.1). Este maestro de obra también participó en arreglos de los
puentes del Duratón. Cadiñanos también nos informa de otros reparos entre los
años 1669 y 1675 por importe de 14.000.- ducados con el consiguiente conflicto
con los frailes dominicos de San Pablo ya que estos llevaban la administración
y ganancias del pontazgo pero no querían pechar para su rehabilitación. Esta
gabela del pontazgo fue una donación que les hizo el señor de la villa don Juan
Manuel. En el año 1735 se encuentra de nuevo arruinado especialmente por el
socavamiento en las cepas y reconocen los daños los maestros de obra Jerónimo
Ruiz y Francisco Pinedo que apuntan también a reforzar las manguardias anejas
al puente; en conjunto con las obras del puente del Mercado y el de Valdobar
cuantifican los daños en 105.940.- reales de vellón. Tal precio era exagerado
por lo que se investigó este alzado y se condenó a estos alarifes con multa de
40 ducados al tiempo que se adjudicaba la obra por remate a Diego de la Riva
por importe de 53.000.- reales de vellón. No obstante y debido a conflictos o
retrasos en los pagos, a los desembolsos previos de la villa y al intento de
que también pagara el monasterio de San Pablo el inicio de las obras se
postpuso hasta el año 1739 en que nuevos actores toman la dirección del
proyecto. Se trata de Andrés Mazón y Juan de los Cuetos que revisan
detenidamente los acopios a pie de obra y hacen sus cálculos de precios al
tiempo que proponen nuevas actuaciones en el puente y nombran constructores a
sus colegas Juan A. Ortiz y Francisco del Cueto que en 1740 reemprenden la
rehabilitación hasta su ejecución definitiva sin que haya otras noticias al
respecto. No parece que existan otras referencias con respecto a este puente y
cabe suponer que sufriría graves daños, bien por avenidas como la de 1777 o la
de 1862 así como sabotajes durante la Guerra de Independencia o la I Guerra
Carlista. Sí las hay para el resto de los puentes sobre el Duratón en la villa
de Peñafiel. Las referencias de militares o viajeros desde finales del siglo
XVIII o incluso del siglo XIX nos dan información de que el puente parecía en
uso y así lo refleja en su mapa de Valladolid el cartógrafo Tomás López
levantado en el año 1779 o lo que expresa Pascual Madoz en su “Diccionario
Geográfico-Estadístico” del año 1846 donde nos cuenta que hay un puente sobre
el Duero de 8 arcos de piedra del que aún se cobra un pontazgo por parte de la
hacienda del Estado luego podemos interpretar que estaba franco y en uso.
Más recientemente, en fecha 29-01-1948 se produce la mayor
crecida del Duratón en el siglo XX que también afectó al Duero y nuestro
puente. Aún no estaba en servicio el embalse de Cuerda del Pozo, acabado de
construir por aquellos años por lo que el caudal del Duero sobrepasó la rasante
de nuestro puente y produciría daños importantes.
En superficie se prolonga un tablero bastante horizontal y
recto de aproximadamente 6 metros de ancho de los que se destinaban a calzada
aproximadamente 4,80 metros siendo el resto, 0,60x2 metros, a los pretiles. En
las áreas enfrentadas de los descansaderos se alcanza una anchura total de
hasta 12 metros en algunos casos. El firme actual es a base de piedra caliza en
loseta rota aglutinado con variado mortero. Respecto a los pretiles cabe
considerar que serían de piedra caliza a base de sillares en dos/tres hiladas
como todavía se muestra en zonas de tajamares y otros lienzos; los diferentes
desprendimientos de muros y tímpanos hicieron desaparecen los petos originales
en gran parte de la obra por lo que se sustituyen por otros nuevos,
generalmente de mampostería poco cuidada y con morteros gruesos de variada
composición. Parece que estos pretiles se coronaban con albardillas de buena
talla también de calizas y convexas en su cara superior pero casi todas las
piezas se han sustituido por otras diría que son de hormigón prefabricadas y
tonos variados, en su mayoría hacia la cabecera izquierda del puente. Subsisten
algunos imbornales de piedra bien tallada en algunos puntos del tablero.
En cuanto al aparejo utilizado caben tantas combinaciones
como reparos a lo largo de siglos. Quizás, la fábrica más antigua se muestra en
los arranques de algunas pilas, especialmente las cercanas al arco ojival. En
general estos arranques están algo tapados, bien por el cauce así como por
refuerzos de hormigón para evitar descalces en las pilas pero se observan una
serie de hiladas de sillería muy vieja y erosionada que podría ser también de
piedra caliza algo porosa y tonos grisáceos que apenas mantiene su
horizontalidad por los desplazamientos o corrimientos que han sufrido las
propias pilas. Es probable que queden restos de lo más antiguo de la obra en
los arcos reparados recientemente -incluyendo el ojival- con secciones de las
roscas que evidencian un dovelaje sensiblemente viejo, mal contrapeado por
reposiciones y muy aglutinado de mortero. No obstante, lo que predomina, ya sea
en muros, tímpanos, pilas, tajamares y bóvedas es una sillería más uniforme de
los reparos de los siglos XVII/XVIII con piezas regulares, a base de calizas
blanquecinas, bien dispuestas en hiladas horizontales y de cara vista poco
picada fijada con grueso llagado de mortero, donde recientemente de han
dispuesto algunas manos más que impiden ver bien la colocación de las piedras.
Respecto a las bóvedas y teniendo en cuenta las variadas rehabilitaciones -yo
diría que por colapsos completos de algunas de estas- pues existe cierta
armonía en su factura y llama la atención el sistema doble de boquillas en
algunas de ellas, la mayoría, que atienden a lo que debió de ser su obra
original y que se refleja en el arco ojival que también dispone en su boquilla
de un doble arco de dovelas aunque sin cierre del arco. Pues bien, en el resto
de adopta esa solución que supongo influiría en mayor solidez de estas bóvedas
si es que en el intradós las roscas fueran también dobles y si no es así, pues
sería un toque decorativo en la impronta del puente.
También se observa factura posterior, quizás barroca, en los
refuerzos de muchas de las pilas que, por debilitamiento o deslizamientos se
afianzan con basas perimetrales de sillería hasta riñones de bóvedas y
asociación a tajamares-espolones contrapeando las hiladas de estos para mayor
solidez de los apoyos intermedios ya de por sí, bastantes gruesos. En algunos
puntos de tímpanos y por diferentes desprendimientos se observa la presencia de
sillarejo y mampostería aunque bastante regular pero en general predomina, como
decía, la sillería de buena volumetría, escuadría y colocación. Los largo paños
de muros de acompañamiento, especialmente el de cabecera izquierda, se completa
con mampostería grosera y gruesas capas de mortero.
Hasta aquí la descripción de la vetusta obra pontonera de
Peñafiel que cruza el río Duero y del que cabría mencionar la polémica
restauración que debió de sufrir como ya he mencionado hacia los años 60 del
siglo XX y lo digo en hipótesis porque no he encontrado referencias de ella. No
cabe duda de que descubierto el hormigón armado pues pudiera ser necesario
trabajarlo en cualquier reparación de obras antiguas, ahora bien, visibilizarlo
tras el reparo y además incorporar un placaje de cutre losa que tampoco parece
de piedra sino que es artificial pues ya es discutible como solución en un
puente que, independientemente de su catalogación oficial como monumento, ya lo
es intrínsecamente. Vista la obra desde aguas abajo -cosa difícil por el
arbolado que lo circunda- es demasiado visible el apaño restaurador porque se
aleja completamente de la fábrica original o más vieja. Por aquellos años ya se
hacían reparaciones en puentes monumentales y se solían emplear los aparejos
propios de su origen, generalmente sillería o dovelaje de buena labra que
restauraba los daños y el tiempo ya se encargaba de dar una pátina viejuna a
estas intervenciones. Aquí, parece ser que se pretendía con alevosía focalizar
el reparo como obra totalmente novedosa para que el observador tuviera siempre
presente lo que es antiguo y lo que es nuevo sin pensar en que ya de por sí,
estamos contemplando una estructura que ha sido reparada durante varios siglos
pero que los maestros de obras -con pequeñas licencias- han seguido
reconstruyendo con los mismos parámetros y arte que pudiera mostrar la obra
desde sus orígenes, más o menos, pero evitando radicalidades como la que
muestra esta última reparación. El asunto me recuerda a la vieja polémica
constructiva del restauro -más propia de la arquitectura- entre los puristas Violet
Le Duc (1814/1879) y John Ruskin (1819/1900) o lo que es lo mismo, aplicar el
historicismo del primero que defiende la “restauración en estilo original” y
por el contrario, el idealismo contemporáneo de Ruskin que decididamente negaba
la restauración (reconstrucción) y abogaba por dejar el monumento como estaba o
en todo caso, aplicar nuevos materiales al apaño para que siempre se pudiera
observar la diferencia entre lo viejo y lo nuevo. Bien es cierto que la máxima
que empleaba Ruskin era genuina y verdadera: “Cuidar de vuestros monumentos y
no tendréis que restaurarlos”, obviedad que pocas veces se ha llevado a cabo
-especialmente en la pontonería histórica- bien por ignorancia, dejadez o falta
de medios económicos ya que restaurar o rehabilitar siempre es caro y tenía
razón, pues también hay que decir que mantener -lo que raramente se hace- es
más barato que restaurar cuando la obra colapsa o se derrumba, ejemplo
paradigmático de lo que ocurrió en este puente de Peñafiel. Desde mi punto de
vista, esta restauración del puente sobre el Duero es nefasta no sólo porque se
aplicaron conceptos novedosos en la “restauro” innecesarios al tratarse
de un puente sino que además, tanto la solución como los materiales empleados
son cutres y poco imaginativos. De hecho, gran parte del placaje barato de los
bajos se ha desprendido o tiene grietas y la impronta de la obra civil vista
desde aguas abajo hace irreconocible al histórico puente.
Entendemos que el estado técnico de esta infraestructura será
el correcto teniendo en cuenta que ahora es prácticamente una pasarela pero su
olvido o abandono es palpable. Se encuentra totalmente constreñido por la
vegetación del entorno, incluso arbolado, que medra en sus muros y hasta en las
pilas, deteriorando su consistencia. Es poco menos que imposible acercarse a
los bajos para poder contemplar con más detenimiento pilas y bóvedas y carece
de información histórica con lo sencillo que es poner un panel en una de sus
cabeceras que nos ilustren sobre su historia y vicisitudes.
Para saber más. El trabajo que mejor trata a nuestro puente o el que más
información nos aporta es el de Inocencio Cadiñanos Bardeci titulado “Los
puentes del sur de la provincia de Burgos durante la Edad Moderna”, obra
editada en 1996 por el Ayuntamiento de Burgos. También, aunque brevemente, lo
trata el libro de Miguel Ángel Aramburu-Zabala Higuera titulado “La
arquitectura de puentes en Castilla y León entre 1575 y 1650”, obra editada por
la Junta de Castilla y León en el año 1992. En el trabajo titulado “La
construcción del territorio: Caminos y puentes de Castilla y León”, recensión
de Pilar Chías Navarro y Tomás Abad Balboa de una obra mucho más amplia sobre
la obra pública, editada por el CICCP en el año 2008 apenas de dedica atención
al puente aunque aporta datos sobre el puente del Mercado. Como la
transformación por reparación del puente lo permite, citaré un trabajo
interesante sobre el asunto: Artículo del ingeniero Florentino Regalado Tesoro
titulado “Criterios básicos para el ensanche de los puentes de piedra”, páginas
50/61 donde -además de los ensanches- se alude a las intervenciones
historicistas de estas obras aunque no cita la de nuestro puente. Se publicó en
la revista “Ingeniería y Territorio, número 92 del año 2011 bajo el título
“Restauración de la obra pública” y donde se pueden leer otras opiniones al
respecto en los artículos correspondientes de Manuel Durán Fuentes y Leonardo
Fernández Troyano, ambos muy lejanos a la solución empleada en este interesante
puente de Peñafiel. En la red hay poca información sobre este puente pero es
interesante la web de rutadelvinoderiberadelduero donde se ocupan no sólo de
esta curiosa obra pontonera sino de otras varias a lo largo del cauce del Duero
con datos de cierta solvencia. La web de senderismocastillayleon también lo
cita como obra medieval y pone foto.
Otras obras pontoneras de Peñafiel: Puente Nuevo sobre el Duero. Sobre el río Duratón los siguientes: Puente de la Judería, Pasarela de la Judería, Puente del Mercado, Pasarela de madera, Pontón del Parque Pedro Burgueño y Puente carretero de la N-122.
Cómo llegar. El acceso mas rápido es el de la carretera nacional N-122,
bien desde el W por Valladolid o desde el E por Aranda de Duero con algunos
pequeños tramos de autovía (A-11). Una vez en la villa de Peñafiel y hacia el N
tomaremos la carretera provincial VA-101 para llegar a nuestro puente y el
puente nuevo en unos pocos kilómetros. No me pareció ver en Peñafiel
señalización de tráfico sobre bienes monumentales que dirijan hacia estas
obras.
Postal de Ediciones Sicilia comercializada en los años 60 del siglo XX con nuestro puente en primer término (desde aguas arriba y cabecera derecha) totalmente distorsionado por la presencia del puente nuevo proyectado por Cesar Villalba levantado en 1948.
Interesante imagen aunque parcial del puente desde cabecera derecha en aguas abajo que nos muestra su deterioro en una imagen fechada el 24.05.2004 cuyo autor es Sebastián Torres, colega mío en la exposición fotográfica de obra pública en la magnífica web de Biodiversidad Virtual.
Imagen de la obra desde aguas arriba en fecha 20.09.2009 tras su última restauración cuyo autor es Pablo Zumel Arranz para la Wikipedia.
Imágenes del puente sin fecha pero que podríamos datar hacia el año 2010; la superior desde aguas arriba y las otras dos con bastante campo de visión, desde aguas abajo. Autores desconocidos pero que se exhiben en la web de Mapio.es.
El digital lainformacion.com exhibe esta foto del puente que podría datarse desde el año 2015 en adelante mostrándonos el tablero del puente desde la cabecera izquierda.
Tanda de fotos de fecha 13.06.2022 en secuencia consecutiva desde aguas arriba del puente, aguas abajo, tablero y cauce.
Abundantes lianas bajo uno de los arcos de Nueza o Nabo del diablo con algunas flores y frutos. (Bryonia dioica Jacq. Cucurbitaceae).
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