PUENTE DE SAN MARTÍN DE ELINES SOBRE RÍO EBRO
CANTABRIA
CA-275 PK 4,300
Existen obras pontoneras en las que es difícil encontrar antecedentes
de construcción, rastros arqueológicos o incluso referencias de
reconstrucciones o rehabilitaciones en el tiempo por encontrarse en caminos
secundarios; suelen ser obras civiles que aunque tengan un origen romano o medieval
no hay rastros en las cartas y mapas de
calzadas romanas (tampoco en el Itinerario de Saavedra de 1.862, gran estudioso
de las vías romanas hispanas), ni siguiera en los apuntes y tratados más
concienzudos del siglo XVI, especialmente en los de Juan de Villuga o en el de
Meneses y ello se debe a que este puente se encuentra -por así decirlo- fuera
de los mapas o carreras convencionales.
La caminería romana o medieval hacia el norte, desde las parameras burgalesas o palentinas se circunscribía a las actuales carreteras nacional N-623 por el E y N-611 por el W, siempre con destinos en la costa cántabra y las comunicaciones de pueblos y aldeas dentro de esa horquilla carreteril se hacían navegando por el propio río Ebro o a través de sendas y caminos de "uña de caballo" a la vera del río. Esa vereda, consolidada por los caminantes autóctonos, por los romanos o por los hispano-visigodos, acaba transformándose en un camino carretero. Ya en tiempos recientes, cuando se clasifican las calzadas y se las matricula, al camino aledaño al Ebro se le asigna la placa CA-275 que en unión de otras consecutivas (CA-274, CA-272, CA-273) constituyen un eje horizontal E/W y que sirve de comunicación a la Comarca de Campoo-Los Valles. La suma de estas carreterucas autonómicas nos ofrece una ruta preciosa, difícil de conducir por su angostura, pero que vale la pena circularla desde Escalada-BU hasta Quintanilla de las Torres-C gozando de parajes mágicos como son las Hoces del Ebro, los escarpes del Páramo de Masa al sur, los profundos bosques de las estribaciones de los Montes Cántabros al norte, eternas vegas feraces y siempre con el río Ebro como protagonista.
La caminería romana o medieval hacia el norte, desde las parameras burgalesas o palentinas se circunscribía a las actuales carreteras nacional N-623 por el E y N-611 por el W, siempre con destinos en la costa cántabra y las comunicaciones de pueblos y aldeas dentro de esa horquilla carreteril se hacían navegando por el propio río Ebro o a través de sendas y caminos de "uña de caballo" a la vera del río. Esa vereda, consolidada por los caminantes autóctonos, por los romanos o por los hispano-visigodos, acaba transformándose en un camino carretero. Ya en tiempos recientes, cuando se clasifican las calzadas y se las matricula, al camino aledaño al Ebro se le asigna la placa CA-275 que en unión de otras consecutivas (CA-274, CA-272, CA-273) constituyen un eje horizontal E/W y que sirve de comunicación a la Comarca de Campoo-Los Valles. La suma de estas carreterucas autonómicas nos ofrece una ruta preciosa, difícil de conducir por su angostura, pero que vale la pena circularla desde Escalada-BU hasta Quintanilla de las Torres-C gozando de parajes mágicos como son las Hoces del Ebro, los escarpes del Páramo de Masa al sur, los profundos bosques de las estribaciones de los Montes Cántabros al norte, eternas vegas feraces y siempre con el río Ebro como protagonista.
San Martín de Elines, además de su famosa y bella colegiata que se
inició en los albores del siglo X d.C. siguiendo las más puras pautas del
románico -al igual que otras muchas iglesias de la zona- , tiene un airoso y
robusto puente de fábrica que cruza el río Ebro para conectar con la carretera
ya mencionada y acceder a todo el Valle de Valderredible. Como ocurre en casi
todos los casos, el vadeo de tan gran cauce se haría por barcazas,
posteriormente se construirían algunos pilares de madera o piedra sobre los que
se apoyaban tableros de madera para salvarlo y así, durante siglos, destruyendo
las fuertes avenidas aquellas obras y reconstruyéndose en función de las
necesidades. En la Baja Edad Media, con el auge de la colegiata paralelo al
poder eclesial y económico, se vio
necesario perpetuar los caminos aledaños y se construiría un puente medieval
que también pasaría por vicisitudes y deterioros; probablemente y al igual que
ocurrió con las rehabilitaciones de la propia colegiata, en los siglos XII,
XIII y XVI (bien documentadas), el propio puente se beneficiaría de reconstrucciones
o reacondicionamientos.
Con las nuevas políticas de obras públicas barrocas, especialmente en los siglos XVII, empezaron a construirse lentamente puentes de fábrica sólidos y esta zona, cercana a la N-611 que fue el primer Camino Real en la península, se vería nuevamente beneficiada por la inercia de la nueva caminería que culmina con los proyectos ilustrados del siglo XVIII y que en los que respecta a nuestro puente, corresponderían a sus últimas reformas (arcos centrales, sección central del tablero y tajamar semicilíndrico). Está documentada, por ejemplo, la intervención del maestro cantero trasmerano Andrés de la Maza Rada que en 1.654 puja para esta obra pública, concediéndosele en el remate, ayudado por sus fiadores -también canteros y probablemente familiares- Juan González de Sisniega y Felipe de la Cajiga Velasco, muy prolíficos en obras de cantería al sur de Cantabria, Burgos y Palencia con elaboraciones austeras y sencillas propias del tardo-barroquismo imperante en tiempos de Felipe IV.
Con las nuevas políticas de obras públicas barrocas, especialmente en los siglos XVII, empezaron a construirse lentamente puentes de fábrica sólidos y esta zona, cercana a la N-611 que fue el primer Camino Real en la península, se vería nuevamente beneficiada por la inercia de la nueva caminería que culmina con los proyectos ilustrados del siglo XVIII y que en los que respecta a nuestro puente, corresponderían a sus últimas reformas (arcos centrales, sección central del tablero y tajamar semicilíndrico). Está documentada, por ejemplo, la intervención del maestro cantero trasmerano Andrés de la Maza Rada que en 1.654 puja para esta obra pública, concediéndosele en el remate, ayudado por sus fiadores -también canteros y probablemente familiares- Juan González de Sisniega y Felipe de la Cajiga Velasco, muy prolíficos en obras de cantería al sur de Cantabria, Burgos y Palencia con elaboraciones austeras y sencillas propias del tardo-barroquismo imperante en tiempos de Felipe IV.
Las características del puente actual son las siguientes: Dispone
de 8 vanos con dos amplios arcos de medio punto ligeramente rebajados en su zona central y 6 más (tres a tres) a
cada lado, de medio punto, en perfecta disminución. El tablero no es
horizontal: la posible sustitución de los arcos ojivales centrales de mayor
flecha (y que obligaban a un tablero a dos aguas con fuerte pendiente) por dos
rebajados permiten construir dos tramos de tablero rectos; el resto y hasta las
cabeceras, sigue siendo inclinados, a dos aguas, lo que da a entender que los
arcos y pilas adyacentes no han sufridos estragos en el tiempo y no se han
tenido que reconstruir, al menos en su totalidad. El perímetro de pilas y su
solidez también denota un origen medieval. Dispone de tajamares protegiendo las
pilas en "aguas arriba" de variada tipología, desde fuertes piezas en
cuña que llegan a coronación, con copetes sencillos, otros que llegan hasta
media altura de paramentos (riñones de los arcos) muy bien dispuestos y
coronados con sucesión de hiladas en disminución (forma piramidal) y hasta uno
semicilíndrico, primorosamente tallado y con un cuidado copete de forma cónica.
El aparejo de paramentos es discreto, con sillares de arenisca irregulares y sillarejo en zonas menos
nobles, aunque es isódomo al estilo romano (las hiladas intentan mantener la
misma altura en ambos frentes). Bóvedas perfectas con buena rosca y dovelado
bien dispuesto aunque con exceso de argamasa o mortero en las juntas. Las
boquillas de algunos de los arcos menores son excepcionales. Curiosamente, la
fábrica de algunos tajamares es impecable, con sillares grandes, de labra
perfecta y a hueso, recuerdan el estilo tardoromano. Sin embargo, aguas abajo, los
correspondientes espolones -más en función de contrafuertes- tienen una labra
más irregular y grosera, salvo el semicilíndrico que se corresponde con el
contrario "aguas arriba" y mantiene la misma calidad.
Recientemente y para hacer más eficiente el puente por exigencias del
tráfico, se ha ensanchado el tablero, con voladizos de hormigón, bien cubiertos
en su canto con piedra arenisca rojiza que se integra perfectamente en la vieja
obra. Ello ha permitido crear estrechas aceras a ambos lados, cerrando el
tablero con airosas barandillas de hierro alternando con tramos de pretil de
sillería. Las cabeceras también se han renovado con el conjunto y, por último,
ya en el año 2010 para dar lustre al puente, se instaló una moderna iluminación
con 16 columnas de forja y una veintena de proyectores. Sin duda, estos ensanches en puentes histórico son discutibles porque distorsionan la impronta de la obra original. No obstante y llegado el tiempo o momento en que bien, porque se construya otra obra moderna eficiente y más ancha o porque la municipalidad decida rescatar su viejo puente medieval, el desmontaje de este tablero de hormigón no deberá ser complicado ni perjudicará la fábrica original de la obra civil.
Por otra parte hay que señalar que pese a la reciente actuación de rehabilitación existe un abandono absoluto en cuanto al mantenimiento y desbroce de vegetación aledaña, bien en bóvedas, muros o pilas. No recuerdo haber visto un tajamar de puente histórico donde sobre su sombrerete de piedra crezca con tanto garbo y antigüedad un chopo de buen tamaño lo que nos da a entender que cuidados el puente no tiene muchos. Convendría eliminar este árbol -y otros más- porque lo que hacen es dañar la piedra, mover los sillares o directamente tirarlos y abrir vetas por donde puede entrar el agua de lluvia y dañar los rellenos.
Por otra parte hay que señalar que pese a la reciente actuación de rehabilitación existe un abandono absoluto en cuanto al mantenimiento y desbroce de vegetación aledaña, bien en bóvedas, muros o pilas. No recuerdo haber visto un tajamar de puente histórico donde sobre su sombrerete de piedra crezca con tanto garbo y antigüedad un chopo de buen tamaño lo que nos da a entender que cuidados el puente no tiene muchos. Convendría eliminar este árbol -y otros más- porque lo que hacen es dañar la piedra, mover los sillares o directamente tirarlos y abrir vetas por donde puede entrar el agua de lluvia y dañar los rellenos.
Ahí queda el asunto para cualquier viajero curioso que tenga la suerte
de correr estas atractivas carreteras cántabras de Valderredible y se detenga
unos minutos a contemplar la vieja obra pontonera de San Martín de Elines.
Salud y buena ruta.
NOTA: En el artículo que publico en la revista Solo Furgo nº 164 de
octubre de 2.014, describo con mayor detalle la ruta, las calzadas, la
naturaleza y los paisajes del entorno, eso sí, haciendo hincapié en la sucesión
de patrimonio lineal que muestra la carretera CA-275 y del precioso puente de
San Martín de Elines sobre el río Ebro.
Teniendo en cuenta que la
solución para su ensanche es buena, es muy criticable el material empleado como
soporte de los aleros: la ferralla empleada en el hormigonado o -más probable-,
las tornapuntas metálicas del voladizo, mal aisladas, producen una fuerte
oxidación que mancha y deteriora la piedra arenisca, por segmentos, como se
puede apreciar en esta foto. También pudiera ser causa de los aliviaderos de la calzada que viertes las aguas junto a estos paramentos de sillería. Deberían poner remedio y pronto a este problema.
Detalle del arco menor en cabecera sur (margen derecho) donde se aprecia el contraste entre una boquilla de dovelas perfectamente encuadradas y talladas con esmero y los tímpanos de fábrica en mampostería variada y grosera, con incursión de ripio y exceso de mortero para tapar todo tipo de huecos. Al tiempo, se observa la falta de mantenimiento o diligencia por parte del ayuntamiento (al que se supone que pertenece la obra) en cuanto a poda y desbroce de suelo y paramentos; la limpieza de vanos es imprescindible, no sólo para que se pueda apreciar el trabajo ingeniero y de cantería sino para evitar que en momentos de crecidas incontrolables, estos huecos queden en seguida atrancados o ciegos al acumularse ramaje y otros materiales rígidos de las propias riadas.
Según tengo entendido y en contra
de lo que es habitual (el absoluto desconocimiento y anonimato de muchos de
nuestros puentes) este arquillo tenía un nombre, "El Pucherín" y era
muy utilizado en reuniones y juegos por los niños y niñas del lugar,
seguramente hace varias décadas pues, como podemos apreciar, ahora resultaría
difícil hasta para Robin Williams con toda su experiencia en las junglas de
Jumanji.
Tanda de fotos de fecha 16.08.2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario